LA MEDITACIÓN.

12 de abril 2021.

De día y de noche.

Lectura bíblica: Salmo 1

Dichoso el hombre
    que no sigue el consejo de los malvados,
    ni se detiene en la senda de los pecadores
    ni cultiva la amistad de los blasfemos,
sino que en la ley del Señor se deleita,
    y día y noche medita en ella.

(Salmo 1:1-3)

Si algo caracteriza nuestra sociedad hoy, es el ruido. Las prisas, las multitudes, la actividad constante incluso en los tiempos y lugares de descanso. Pero no es algo externo, se trata de un ruido también interno. Nuestras mentes se llenan de todo tipo de información, y por desgracia no siempre buena. Existe el fenómeno denominado “infoxicación”, es decir, el exceso o sobrecarga de información que nos impide profundizar y ser efectivos en los temas que abordamos. Su origen, internet y la gran velocidad, cada vez mayor, a la que los datos transformados en ideas, imágenes, identidades, noticias, falsas o no, recorren las redes.

Por otra parte, hemos llegado al punto de valorar a las personas por lo que hacen, por sus credenciales, por sus currículos, por lo que producen y por lo que tienen, y no por lo que son, lo que lleva a un activismo social atroz, competitivo y sin freno. Corremos veloces detrás de identidades fantasmas creadas por nosotros mismos bajo expectativas vacías, que lejos están de llegar a convertirse en una vida dichosa.

Realmente, en nuestro mundo occidental, vivimos tiempos en los que la reflexión, la observación y la quietud están en peligro, la meditación no forma parte de nuestra realidad, el procesamiento de ideas se acelera y bloquea siendo imposible que haya profundidad y sabiduría. Y sin raíces firmes, el árbol se tambalea al primer viento, sin cimiento, la casa cae en las primeras lluvias, sin permanecer en la vid, el sarmiento se seca y se quema.

Al igual que Jesús en el inicio de su Sermón del Monte nos da las pautas acerca de donde reside la verdadera dicha, el primer Salmo presenta directamente y sin preámbulos la misma enseñanza. Se trata de una receta para vivir una vida bendecida. Este Salmo es un tesoro del que el mismo Spurgeon dijo que es “el texto del cual todo el Salterio es el sermón”.

La dicha es posible, sí, cuando, en primer lugar, somos capaces de bajarnos del tren alocado en el que nos subimos según los valores y principios de este mundo, y cuando apartamos de nosotros todo lo que no agrada a Dios, ya que va en contra del propósito con el que hemos sido creados (Salmo 1:1). Se trata de una renuncia a dejarnos llevar por la búsqueda de un amor condicionado por el placer, la expectativa personal y el relativismo, una renuncia a nuestro orgullo y búsqueda de aceptación constante, a no seguir los pasos equivocados que terminan en callejones sin salida, a dejar de participar de estilos de vida que nos separan de Dios, de nosotros mismos, de los demás y de la misma Creación.

La dicha es posible, sí, cuando somos capaces de frenar esa tendencia y reevaluar nuestras prioridades. La dicha reside en buscar la fuente del verdadero amor, el amor incondicional del Padre, en anhelar desesperadamente escuchar su voz, en sumergirse profundamente en su ley, en su Palabra, en meditar en ella en todo tiempo, de día y de noche (Salmo 1:2).

Meditar se ha relacionado con “rumiar”, es decir, masticar, digerir una y otra vez el alimento, sacando los verdaderos nutrientes, los que se asimilan y terminan formando parte de nuestro mismo ser. Es también lo que refleja la imagen del árbol en el Salmo 1, firmemente plantado, que extiende sus raíces junto a las corrientes de agua viva, que no teme cuando llega el calor, pues siempre estará verde incluso en el año de sequía (Jeremías 17:8), y que es capaz de dar siempre fruto, y de darlo en su tiempo, produciendo constantemente vida.

La meditación es una disciplina clave para nuestro crecimiento espiritual, pues es generadora de transformación integral, de renovación profunda, y por lo tanto de obediencia. La meditación es propia de vidas que revelan en su día a día, con transparencia, y en su condición vulnerable, que están sostenidas por el brazo firme de Dios, y que buscan regirse siempre por Su voluntad, que la disfrutan por ser buena, agradable y perfecta (Romanos 12.2). La meditación es un verdadero deleite para los que, de día y de noche, anhelamos ser sostenidos por la diestra victoriosa del Padre (Isaías 41:10).

Aprende a decir conmigo esta semana, desde el corazón, buscando que sea una realidad: “¡Cuánto amo tu ley! Todo el día es ella mi meditación”.

REFLEXIONEMOS:

¿Dónde estás plantado? ¿En qué tipo de suelo? ¿Al lado de qué río? ¿Qué tipo de fruto produces? Medita en ello.

Paloma Ludeña Reyes