LA MEDITACIÓN.

13 de abril 2021.

«Estad quietos».

Lectura bíblica: Lucas 10:38-42

” …pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada” (Lucas 10:42)

¡Qué difícil es saber mantener el equilibrio adecuado en nuestro crecimiento espiritual! ¿Cuántas veces nos decantamos en los extremos, según nuestras tendencias, debilidades, experiencias, y nos olvidamos de la profundidad, riqueza, plenitud y maravillosa sabiduría de Dios plasmada a través de las enseñanzas de Jesús?

Nos encontramos al Maestro en Betania, en casa de sus amigos, María, Marta y Lázaro. Es un lugar de intimidad, cómodo, cálido, fraternal. Y allí comenzó a enseñar, no sabemos bien el qué, pero seguramente les hablaría del verdadero significado del amor y de cómo aplicarlo a la vida. ¿Por qué? Él regresaba de Galilea, donde desarrolló un ministerio intenso, y acababa de tener un incidente con un maestro de la Ley al cual le mostró lo que era verdaderamente necesario, el gran mandamiento (Lucas 10:25-29): amar a Dios con todo el corazón, alma, fuerzas y mente, y al prójimo como a sí mismo. Después completó su enseñanza con la parábola del buen samaritano, donde hábilmente Jesús le mostró que el verdadero amor no es solo de palabra, sino que consiste en hacerse próximo, en ser el prójimo, de aquellos que lo necesitan y con los que nos encontramos en nuestro caminar diario, independientemente de su condición social, racial, moral, religiosa u otra (Lucas 10:30-37). Dejaba pues, de manera evidente, que de nada sirve saber, sin hacer, que el amor se pone en evidencia a través de los actos, del servicio.

Ahora, en el hogar de sus amigos, el Maestro continúa instruyendo, y ante la situación tensa que se produce entre las hermanas de Lázaro, pone en evidencia que no podemos correr el riesgo de reducir su enseñanza sobre la importancia de llevar a la práctica los mandamientos, a solamente un activismo social. Es importante mantener un equilibrio.

Marta, como buena anfitriona, estaba totalmente atareada, cumpliendo todos los patrones sociales y religiosos de su época, mostrando una auténtica actitud de servicio, por lo que se enfada al ver el atrevimiento de su hermana y no duda en dirigirse a Jesús, casi reprendiéndole. Que una mujer se sentara a los pies de un rabino, junto con los demás discípulos, ya era algo revolucionario. De hecho, en Palestina no había rabinos que aceptaran mujeres en sus escuelas. Es interesante ver como en este corto periodo de tiempo, Jesús, que acababa de dar una enseñanza en la que dignificaba y revalorizaba al pueblo samaritano, totalmente marginal para los judíos por cuestiones raciales y religiosas, ahora, de nuevo enseña dignificando y revalorizando a la mujer, también marginal en esta sociedad, ya que no podían recibir enseñanza junto a los hombres. ¡Cuánto aprendemos de este Jesús enfrentado a las tradiciones sin sentido, la palabrería, la hipocresía y las injusticias!

Es evidente que Marta hacía lo correcto. Era necesario atender a todo el grupo de invitados, y mostrar hospitalidad y amor a través del servicio, tal y como Jesús mismo estaba enseñando. Pero el Señor va más allá, y le confronta, mostrándole la diferencia entre lo bueno y lo mejor. Su respuesta fue clara y contundente: “Marta, Marta, estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria…”. Eran los últimos días de Jesús, Él ya contemplaba la cruz, quedaba poco tiempo y lo importante, lo prioritario era recibir la verdadera comida, la que no perece, la que es para vida eterna (Isaías 40:8; Juan 6:27), y eso es lo que eligió María aun arriesgándose a la crítica y a las malas miradas, de su hermana, y seguramente también de alguno de los discípulos.

De este modo, Jesús frena a Marta, en su afán, en su carrera, y le muestra como ha de cambiar la perspectiva, reorientando sus afanes y preocupaciones en el sentido correcto. Y es que, servir en el Reino, no sustituirá nunca la contemplación del Señor, la meditación en Su Palabra. Si no mantenemos la comunión con Él, diariamente, intencionalmente, profundamente, no podremos nunca entender la diferencia entre lo urgente y lo verdaderamente importante.

Necesitamos vivir la Palabra, hacer que nuestro día a día muestre el Evangelio, no con solo con palabras, sino con todo lo que somos, pero eso solo es posible si nos sentamos largos ratos a los pies del Maestro, le escuchamos, y meditamos en su enseñanza haciendo posible que se haga real en cada uno de nosotros. Es importante parar, y escuchar.

Aprendamos esta semana sobre la disciplina de la meditación y logremos “estar quietos, reconociendo que Él es Dios” (Salmo 46:10).

REFLEXIONEMOS:

¿Cuáles son nuestros mayores afanes? ¿Cuáles nuestras mayores preocupaciones? ¿Acaso nuestro hacer se ha quedado vacío del amor de Dios hacia los demás? ¿Cómo podemos remediarlo? ¿Cuánto tiempo dedicamos a parar, a estar a los pies del Maestro y escucharle? ¿Cómo podemos equilibrar en nuestra vida la contemplación espiritual con la preocupación por las necesidades de los demás y por las víctimas de la injusticia humana?

Paloma Ludeña Reyes