JUAN – DIA 11

JUAN – Día 11

Juan 6

Alimentación de los cinco mil

 

1 Después de esto, Jesús fue al otro lado del Mar de Galilea, el de Tiberias.
2 Y lo seguía una gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos.
3 Entonces subió Jesús a un monte y se sentó allí con sus discípulos.
4 Y estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.
5 Cuando alzó Jesús los ojos y vio que había venido a él una gran multitud, dijo a Felipe: –¿De dónde compraremos pan para que coman estos?
6 Pero esto decía para probarlo, porque él sabía lo que iba a hacer.
7 Felipe le respondió: –Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomara un poco.
8 Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo:
9 –Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero ¿qué es esto para tantos?
10 Entonces Jesús dijo: –Haced recostar a la gente. Había mucha hierba en aquel lugar, y se recostaron como en número de cinco mil hombres.
11 Tomó Jesús aquellos panes y, después de dar gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; de igual manera hizo con los pescados, dándoles cuanto querían.
12 Y cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: –Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada.
13 Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido.
14 Entonces aquellos hombres, al ver la señal que Jesús había hecho, dijeron: «Verdaderamente este es el Profeta que había de venir al mundo».
15 Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerlo rey, volvió a retirarse al monte él solo.

Jesús anda sobre el mar

 

16 Al anochecer descendieron sus discípulos al mar,
17 y entrando en una barca iban cruzando el mar hacia Capernaúm. Ya había oscurecido, y Jesús todavía no había venido a ellos.
18 El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento.
19 Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y tuvieron miedo.
20 Pero él les dijo: –Yo soy; no temáis.
21 Entonces ellos lo recibieron con gusto en la barca, la cual llegó en seguida a la tierra a donde iban.

La gente busca a Jesús

 

22 Al día siguiente, la gente que estaba al otro lado del mar se dio cuenta de que no había habido allí más que una sola barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que estos se habían ido solos.
23 Pero otras barcas habían llegado de Tiberias junto al lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias el Señor.
24 Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaúm, buscando a Jesús.

Jesús, el pan de vida

 

25 Y hallándolo al otro lado del mar, le preguntaron: –Rabí, ¿cuándo llegaste acá?
26 Respondió Jesús y les dijo: –De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis.
27 Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, la cual os dará el Hijo del hombre, porque a este señaló Dios, el Padre.
28 Entonces le preguntaron: –¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?
29 Respondió Jesús y les dijo: –Esta es la obra de Dios, que creáis en aquel que él ha enviado.
30 Entonces le dijeron: –¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos y te creamos? ¿Qué obra haces?
31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: «Les dio a comer pan del cielo».
32 Y Jesús les dijo: –De cierto, de cierto os digo: Moisés no os dio el pan del cielo, pero mi Padre os da el verdadero pan del cielo,
33 porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.
34 Le dijeron: –Señor, danos siempre este pan.
35 Jesús les respondió: –Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás.
36 Pero ya os he dicho que, aunque me habéis visto, no creéis.
37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí, y al que a mí viene, no lo echo fuera.
38 He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
39 Y la voluntad del Padre, que me envió, es que no pierda yo nada de todo lo que él me da, sino que lo resucite en el día final.
40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: que todo aquel que ve al Hijo y cree en él tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día final.