CELEBRACIÓN!

10 de mayo 2021.

Adoración y gozo.

Lectura bíblica: 2 Samuel 6

“Por tanto, lo celebraré delante del Señor” (2 Samuel 6:21b)

Conocer a Jesús, tener una experiencia real con Dios, aprender a relacionarme con Él, ha sido una auténtica revolución en mi vida, sobre todo después del aprendizaje impuesto de una religión basada en las tradiciones. Recuerdo de mi infancia la seriedad, la frialdad, la tristeza que envolvía todo lo que tenía que ver con Dios, la condena, el juicio, la falta de risa, de expresiones de alegría que no fueran las que tenían que ver con las “cañas” de después de la “misa”. Ser espiritual, ser bueno, se relacionaba directamente con el rostro hierático y la compostura, la postura, y las formas, encubriendo un mundo incoherente que ha llevado a generaciones a huir, a rechazar, a no querer saber nada de la Iglesia, y no precisamente de quien es su cabeza, de Jesús.

Recuerdo con apenas 12 años, como en un gesto auténtico por presentarme ante Dios, con la curiosidad de una adolescente que necesita respuestas a sus miles de preguntas, fui a confesarme en la parroquia del barrio. Esperé mi turno. Me acerqué expectante: “Ave María purísima”. No hubo la respuesta tradicional que daba inicio al acto. Detrás de aquella rejilla de madera, donde apenas escuchaba una respiración, sin mirada, sin gesto, sin nada, unas palabras vacías de vida condenaron mi atuendo, un sencillo vestidito sin mangas, donde apenas se percibía la curva de dos hombros discretos. El gozo que sentía por haber tomado lo que creía era una gran decisión para mi vida, se vio eclipsado, pisoteado y menospreciado. El problema es que yo no pude responder como David a Milcal pues aún no conocía a ese Dios al que quería adorar. La negativa del religioso a confesarme me lanzó por años muy lejos de la presencia de Dios.

Cuántas veces hemos confundido las cosas y rechazado la autenticidad de una adoración genuina, con una motivación auténtica, por la rigidez de lo que hemos pensado era lo correcto espiritualmente. ¿Por qué el pueblo de Dios tantas veces se muestra con amargura, rechazo y falto de amor? ¿por qué confunde la santidad con la moralidad? ¿la adoración con la rigidez? Es algo incoherente, incongruente que ha dañado de manera irreparable a la Iglesia de Cristo.

En el texto de hoy, vemos que David se dispuso a trasladar el arca como un acto de adoración pública y también de proclamación nacional de su fidelidad al pueblo de Israel. En su primer intento las cosas no se hicieron bien, no se procedió obedeciendo las indicaciones que el Señor les dio en su momento (Números 3:29-31; 7:9). Recordemos que el arca representaba la presencia de Dios para el pueblo, y durante muchos años había estado en manos enemigas, y apartada. Ahora, se la tomó, pero se la estaba tratando de la misma manera que lo hacían los filisteos, transportada en un carro, que por muy nuevo que fuera (v3), no era como correspondía, sobre los hombros de los levitas del clan de Coat. Y es en este contexto donde se produce la muerte de Uza que ha dado lugar a tantas especulaciones e interpretaciones. Son textos complicados, pero podemos quedarnos con el hecho de que el Señor llamaba la atención sobre la importancia de la adoración, su trascendencia, y el hecho de que el arca no era un simple amuleto, ni tampoco debía usarse con un objetivo político.

Por segunda vez se dispuso David a trasportar el arca, ahora comprendiendo su verdadera trascendencia, sabiendo que era una fuente de bendición, y lo hizo con una adoración que surgía del corazón, con reconocimiento de los errores a través de los sacrificios que iba realizando según caminaba. Y esa adoración genuina se tradujo en gozo, en alegría, en música y danza. Se despojó de su atuendo real y con un solo “efod”, vestido humildemente, sin preocuparse de su apariencia como líder político, bailó, y lo hizo junto al pueblo, sabiendo que sus movimientos podrían ser juzgados como inapropiados, ridículos e incluso indecorosos. Y así fue como se lo recriminó su esposa, Milcal, hija de Saúl, que sin querer participar de esa adoración pública le menospreció por su falta de “decoro”, acusándole incluso de “exhibicionista”.

David adoró con gozo, exultante, lleno de alegría y de manera espontánea y auténtica, David adoró en “espíritu y en verdad” y declaró que no solo no le importaba las críticas, ya que su intención era honrar a Dios, sino que estaba dispuesto a repetirlo, y que no había nada demasiado bajo a lo que no esté dispuesto a rebajarse por honrar a su Dios (v22).

Milcal representa la amargura del cristiano que, frustrado al no ver cumplidas sus expectativas, al no terminar de rendirse totalmente a la voluntad de Dios, cae en el resentimiento, en el juicio, no dejando que el Espíritu obre en él produciendo fruto. Representa las veces en las que somos “hermanos mayores” que se enfadan cuando regresa el hijo perdido, aquel que estaba muerto y ahora vive, y, al final terminamos fuera de la fiesta, a pesar de que el Padre nos está invitando a gozarnos con Él (Lucas 15).

Oremos para que nuestra falta de gozo no lleve a otros lejos del Jesús que tanto ha cambiado nuestra vida.

REFLEXIONEMOS: ¿Qué hay en tu corazón cuando adoras a Dios? ¿Cuánto gozo hay en ti? ¿Tu fe te lleva a alegrarte por la gran esperanza que el Señor ha puesto en ti, por la Gracia, por la mano extendida, porque el Creador del Universo te ama de una manera incondicional? ¿Muestras a los demás la alegría de lo que significa una eternidad en la presencia de Dios?

Paloma Ludeña Reyes