LA BUENA VIDA.

06 de mayo 2021.

Personalidad.

Lectura bíblica: Mateo 25:14-30

“…El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil” (Mateo 26:41)

En esta semana seguimos caminando hacia el crecimiento espiritual, sabiendo que el desarrollo de las disciplinas espirituales nos lleva a la Buena Vida. Para esto sabemos que debemos esforzarnos en desarraigar hábitos destructivos y establecer nuevos que nos acerquen a los valores del reino de Dios. Para poder llevar adelante esto, necesitamos pensar y trabajar en tres conceptos claves: La personalidad, la posición y la provisión. Hoy nos centraremos en el primero de ellos.

Podemos definir la personalidad como: “nuestra persona interior que se expresa de forma concreta y por medio de hábitos arraigados”. El problema es que muchos de estos hábitos arraigados vencen nuestros propósitos y buenas ideas, una y otra vez, ya que nos llevan a ser aquello que no queremos ser. Por esto, conseguir reformar los antiguos y dar a luz nuevos hábitos, son la clave para la victoria y la formación espiritual. Dice Richard Foster: “Es al nivel de los hábitos arraigados que ocurre la principal obra de redención en lo que se refiere a la transformación de nuestra vida. Para experimentar la Buena Vida, se requiere la formación de ciertos hábitos bien establecidos; y al mismo tiempo, para tener una vida abundante, tenemos que ser liberados de ciertos hábitos arraigados. Ya que nuestra esclavitud ocurre principalmente al nivel de los hábitos, nuestra libertad la descubrimos principalmente en este mismo nivel. Me estoy refiriendo al poder; poder de Dios que penetra la vida y transforma los patrones de hábito”

En este camino hacia la el discipulado y la Buena Vida, es posible que sintamos la misma lucha que el apóstol Pedro: “Mi ‘espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil’”, pero esto no nos puede servir de excusa para quedarnos en el mismo lugar, dando vueltas eternamente a nuestras debilidades, ya que al igual que Jesús no esperaba que las luchas de Pedro continuaran perpetuamente, sino que el crecimiento y la sanidad fueran reales para Pedro, Él espera que esa misma transformación sea una realidad en nuestras vidas.

La Escritura ofrece una enseñanza concreta y clara de cómo puedo poner mi “carne” en sintonía con el espíritu, para trabajar en obediencia a los caminos de Dios. ¿Cómo? Aprendiendo y adoptando un nuevo estilo de vida, específicamente diseñado, para formar hábitos en nosotros que provean para la obra del Espíritu. Para esto, necesitamos evaluar nuestros hábitos: ¿Cuáles buenos hábitos, de esos que producen vida, necesito seguir cultivando y alimentando? ¿Cuáles hábitos están produciendo muerte en vez de vida? ¿En qué medida Dios me llama a renunciar a estos hábitos malos? ¿Con cuáles debo reemplazarlos? Debemos buscar forjar nuestro carácter y personalidad con los valores del reino de Dios, para esto el Señor nos ha dado dones (habilidades naturales y espirituales), que deben ser ejercidos dentro de la gracia y fruto del Espíritu: amor, paciencia, bondad, gozo, humildad, fe, esperanza y templanza. Jesús enseñó que Dios nos pedirá cuentas por cómo hemos usado los dones que nos ha dado, bien sean dones para la prosperidad material o espirituales.

El modelo y el formato lo encontramos en Jesús y sus apóstoles. Uno de los propósitos del ministerio de Jesús, particularmente en su relación con los doce discípulos, fue revelarles de una manera amable pero firme la naturaleza de su carácter pecaminoso y los hábitos que influían en sus vidas. Para que cuando comenzaran a servir después de su partida pudieran hacerlo de una manera segura y no destructiva. El Señor no les pidió a sus discípulos, y tampoco a nosotros, que comparemos lo que hemos recibido o compitamos unos contra otros para obtener su aprobación y aceptación, lo que Él nos pide es fidelidad y sabiduría con lo que se nos ha confiado. Al final de la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30), el amo sólo condena a un siervo ¿por qué? ¿Porque no fue “exitoso”? No, lo condena por su pereza y temor (Mateo 25:24-27).

REFLEXIONEMOS:

¿Cómo estamos en el desarraigo de los hábitos dañinos de nuestra vida? ¿Estoy decidido a evaluar mis hábitos para ver cuales debo cambiar y por cuáles? ¿Me he conformado a vivir en derrota y dominado por mis debilidades? ¿Sé que dones ha puesto el Señor en mi vida para que por medio de ellos trabaje en mi personalidad? ¿Ejerzo mis dones bajo la dirección de la Gracia y el fruto del Espíritu? ¿Qué me dirá el Señor cuando me pida cuentas de los talentos que me ha dado?