SENCILLEZ.

24 de mayo 2021.

Sencillez.

Lectura bíblica: Mateo 6.19-34

“Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten” (Mateo 6.33)

Comenzamos una nueva semana y con ella la reflexión, y esperamos, la práctica de una nueva disciplina espiritual, en este caso la sencillez.

Si os soy sincero, lo primero que me viene a la cabeza cuando oigo esta palabra es una canción, con la que concursó y ganó el festival infantil de Eurovision en el año 2004, la cantante española María Isabel López. Esta canción, compuesta por ella y José Muñiz, se titulaba «Antes muerta que sencilla». El corazón de la canción decía:

El pintalabios. Toque de rímel. Moldeador.

Como una artista de cine. Peluquería. Crema hidratante

Y maquillaje que es belleza al instante
Abre la puerta que nos vamos pa’ la calle
Que a quién le importa lo que digan por ahí

Antes muerta que sencilla, ay, que sencilla, ay, que sencilla
Antes muerta que sencilla, ay, que sencilla, ay, que sencilla

Y es la verdad porque somos así
Nos gusta ir a la moda, que nos gusta presumir
Que más nos da que digas tú de mí
De Londres, de Milano, San Francisco o de París

Realmente esta canción refleja muy bien la realidad de mucha parte de nuestra sociedad y de nuestra vida, donde lo que se busca es la apariencia, la seguridad en los tesoros que hacemos en la tierra, en el aspecto exterior, en lo que ven los demás. Pero por el contrario, la Palabra de Dios, en el texto que te invitamos a leer hoy, nos advierte: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:19-21).

En este texto Jesús nos invita a que no pongamos nuestra seguridad en aquellas cosas que pueden perderse, los ladrones pueden entrar y robar, el tiempo puede llevarse nuestra belleza, el transcurso de la vida nuestra buena apariencia. Jesús nos invita a que busquemos tesoros que perduran, y sobre todo nos enseña que, todo lo que pongamos en el centro de nuestra vida (en este texto de Mateo, el dinero y las riquezas, pero puede ser cualquier otra cosa), atraparán nuestro corazón, pues este se encontrará donde esté nuestro tesoro.

Cuando nosotros decidimos poner todas estas cosas en el centro de nuestro corazón, muy al contrario de lo que dice la canción: “Que más nos da que digas tú de mí”, finalmente siempre viviremos corriendo y persiguiendo la aceptación del otro, buscando la seguridad de aquellas cosas que no nos la pueden dar, sin lograr tranquilidad y paz, lo cual genera una tensión y estrés que en muchos casos traerá una sensación de vacío enorme en nuestro ser. Finalmente caemos, en lo que Richard Foster llama en su Guía de estudio para la alabanza a la disciplina, “la tiranía del yo”, “la tiranía de otras personas” y “la tiranía de las cosas”. De ellas hablaremos en siguientes devocionales.

La disciplina de la sencillez nos ayuda a poner orden en nuestro sistema de valores y en aquellas cosas que hacemos y vivimos. Cuando nosotros conseguimos vivir como personas sencillas, nos liberamos de estas tiranías que nos atan y gobiernan, para vivir en una nueva libertad, ya que somos capaces de distinguir lo importante de lo irrelevante, lo central y lo periférico, lo necesario y lo superficial, y, por lo tanto, podremos saber a quién está dedicada nuestra vida y a qué valores y metas tenemos que comprometernos y entregar nuestra lealtad.

Jesús nos invita a vivir una vida de sencillez que nos haga entender que Dios es nuestro proveedor y que a Él debemos seguir y confiar. Si vivimos así, dejaremos todo lo que nos ponemos encima y que nos agobia y complica, para buscar con sencillez el Reino de Dios “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Jesucristo nos llama a ser y buscar una sola cosa, sin embargo, tantas veces vivimos vidas complicadas, pensamientos dispersos, estamos divididos en nuestras lealtades. Escuchamos el llamado de Cristo a buscar en primer lugar su Reino, pero nos resulta casi imposible dejar los ídolos que hemos amado por años: autosuficiencia, belleza, placer, riqueza, fama… La simplicidad interior refleja nuestro compromiso al Reino de Dios como la “primera cosa” fundamental de nuestra vida. Es en el contexto de mi entrega al Reino que puedo entender cuál es mi papel en su extensión. Más aún, una vez que la pregunta de “a quién y en qué voy a confiar” ha sido resuelta, los aspectos secundarios de fidelidad se aclaran.