SEMANA DE PASIÓN : Día 4.

Jueves 28 de Marzo 2024

“Velando y orando”

Velando y orando

por Paloma Ludeña - Narrado por el Pastor Jorge Manuel Pérez

Lectura bíblica: Mateo 26:17-57

«Entonces Jesús les dijo: » Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad comingo». Yendo un poco adelante, se postró sonre su rostro orando y diciendo: «Padre mío, si es posible, pas de mí esta copa; pero que no sea como yo quiero, sino como tú»»

(Mateo 26:38-39)

Era jueves, Jesús había pasado todo el día con sus discípulos, y al atardecer se dispusieron a celebrar la Pascua, recordando que un día Dios utilizó el sacrificio de un cordero para liberar al pueblo de Israel de Egipto (Éxodo 12:13).

No fue un tiempo fácil, por una parte, dio una de las más importantes lecciones lavando los pies a sus discípulos, encomendándoles a servir (Juan 13:14). También pronunció un discurso en aquella última Cena, que sería recordado por siempre, anunciando lo que iba a ocurrir, como Él iba a ser el Cordero pascual sacrificado, una vez y para siempre (1 Corintios 5:7), y como sería instaurado el Nuevo Pacto (1 Corintios 11.25) anunciado por Jeremías (31:31-33).

Pero no, no fue un tiempo fácil, pues también habló sobre la traición de uno de sus discípulos, Judas Iscariote, al que también lavó sus pies cuidadosamente (Mateo 26:21), les escuchó discutir entre ellos sobre cuál sería el más importante entre ellos (Lucas 22:24), y pudo observar la falsa seguridad que tenían para enfrentar la situación que les esperaba cuando anunció a Pedro que le iba a negar, no una, sino tres veces (Mateo 26:31-35). Fue una noche difícil, noche de traición, desilusión y dolor.

Después de aquello fueron al huerto de Getsemaní, que significa “prensa de olivas”, donde Jesús sería realmente “prensado”, sin embargo, de Él saldría el auténtico aceite de Vida. Acompañado de sus tres discípulos más cercanos, Pedro, Juan y Santiago, el Señor dejó sacar todo lo que llevaba dentro. Sus emociones, su lucha, su angustia real, tan fuerte que creía morir (v38).

Velad y orad les pidió. Jesús anhelaba su compañía, su cercanía. Jesús en su humanidad estaba viviendo la angustia de aquella muerte tan espantosa que sabía iba a sufrir, pero en su divinidad sabía que iba a cargar sobre sus hombros la gran equivocación de esta humanidad al querer vivir separada de Dios. En su Justicia y Misericordia, Dios, en Cristo, iba a sufrir sobre Él mismo las consecuencias de ese terrible error humano. Fue su tremendo e inexplicable amor, el que lo hizo posible, el que abrió una puerta, el que proporcionó una salida a nuestra irremediable caída. Su Gracia, el mayor regalo imaginable, poder volver a la presencia de Dios eternamente. Gracia sí, pero costó mucho más de lo que podemos imaginar.

Velad y orad les pidió. Mientras, Él oraba, clamaba al Padre desnudando su alma, en una lucha tremenda, de la que permitió también que nosotros fuéramos testigos. El trago de esa copa amarga podría haberse evitado, pero libremente, Jesús, aceptando como ineludible la voluntad del Padre, la tomó (Juan 10:17-18, Mateo 26:42). Y entonces la lucha se convirtió en Victoria.

Ya estaba todo hecho, en ese huerto de Getsemaní, Dios respondió a su oración fortaleciéndole integralmente para seguir adelante (Lucas 22:43).

REFLEXIONEMOS:

Velemos y oremos, no caigamos en la tentación de no entender la trascendencia de este momento en Getsemaní, y de no comprender ese tremendo amor de Jesús, esa decisión que tomó, y que hizo posible que por Gracia todos podamos volver a una eternidad en Su presencia. ¿Lo crees?

Paloma Ludeña Reyes