29 de Enero 2021
RETIRO Y MISIÓN
Lectura bíblica: Mateo 19.16-30; Lucas 4. 1-21
Hoy quiero compartir con vosotros parte de la historia de Antonio, conocido como el “padre de los monjes del desierto”. Este discípulo de Cristo nació alrededor del año 250. Cuando era un joven escuchó en la iglesia las palabras del evangelio de Mateo 19.21: “Anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres… y ven y sígueme”, y entendió que eran para él. Poco tiempo después Antonio se fue como un asceta al desierto, donde vivió en completa soledad durante 20 años.
Antonio fue de gran influencia para su generación, y lo ha sido en los siglos posteriores, no por el poder de su propia voluntad o sus conquistas ascéticas, sino porque estaba incondicionalmente rendido al señorío de Cristo. Cuando Antonio salió de su retiro, aquellos que vivieron a su alrededor reconocieron en él a un hombre verdaderamente “sano”, completo en cuerpo, mente y alma. La gente corrió a él por sanidad, consuelo y dirección. Ya anciano volvió al desierto, donde murió con 106 años.
La historia de Antonio nos enseña que debemos tomar acciones concretas y conscientes para sacar de nuestra vida al falso yo, y ser transformados en el nuevo yo en Cristo. Como hemos comentado en otros devocionales, el retiro es el horno en el que esta transformación se lleva a cabo. Cuando surgimos de él, podemos dejar ver este yo convertido y transformado del que fluye el verdadero llamamiento que el Señor nos hace y al cual nos envía: “hacer discípulos”. El retiro es el horno de la transformación, sin retiro, seguiremos siendo víctimas de aquellos hábitos que nos esclavizan, siendo enredados en las metas e ilusiones del falso yo y no ocupándonos de nuestra verdadera misión.
El retiro es el lugar de la gran lucha y del gran encuentro: la lucha contra las tentaciones del falso yo, y el encuentro con el Dios amoroso que se ofrece a sí mismo como la médula del nuevo yo.
Pero necesitamos entender que éste es el lugar de retiro, un lugar santo donde la espiritualidad y el llamamiento a hacer discípulos se abrazan el uno al otro. Es el lugar donde Cristo nos moldea a su imagen y nos hace libres de los hábitos que nos hacen esclavos de nuestro mundo. El retiro es el lugar para nuestra salvación, y por tanto debe ser el lugar al que queremos llevar a todo aquel que busca la luz en este mundo de oscuridad.
Antonio pasó 20 años en el desierto; y cuando salió de él, su función fue compartir con todos los que venían a él. La imagen de Cristo que se había forjado en él y el amor de Dios que radiaba de su vida hizo que toda su vida fuese Misión. La vida de Antonio, después que hubo salido de su periodo de total aislamiento, fue bendecida con un ministerio rico y variado. Aquí alcanzamos el punto donde el ministerio y la espiritualidad se tocan el uno al otro: en el amor, en la compasión. La compasión por mi prójimo es el fruto del retiro, y la base para todo ministerio, para la Misión. La transformación que ocurren en el retiro se manifiesta en la Misión.
Antonio y sus seguidores que fueron al desierto, no lo hicieron por desprecio a la gente, sino para salvarlas. Tomás Merton asegura que, “Ellos sabían que eran incapaces de hacer ningún bien a otros mientras estuvieran forcejeando en medio del naufragio. Pero una vez que pusieron pie en tierra firme, las cosas cambiaron. Entonces ya no sólo tenían el poder, sino también la obligación de arrastrar al mundo entero a la misma salvación que ellos habían experimentado” (Wisdom of the Desert -La sabiduría del desierto. James O. Hannay).
Así que en y a través del retiro, no nos apartamos de la gente, sino que, muy por el contrario, nos acercamos a ellos por medio de un ministerio de amor. En un mundo que nos esclaviza, somos llamados al retiro, donde luchamos contra nuestra ira y avaricia, y permitimos que nuestro nuevo yo nazca en un amoroso encuentro con Cristo Jesús. Es en esta soledad que llegamos a ser personas amorosas, compasivas, profundamente conscientes de nuestra solidaridad, sufriendo el quebrantamiento con el resto de la humanidad y dispuestos a acercarnos a cualquier persona en necesidad del mensaje de salvación del Evangelio de Jesús.
Jorge Manuel Pérez Zúñiga