» Preparación para el resto de la vida»

13 de julio de 2021.

Primero su Reino.

Lectura bíblica: Mateo 6:19-34

“Pero buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”

(Mateo 6:33)

Hace tiempo la Organización Mundial de la Salud ha dado motivos para reflexionar sobre la posibilidad de que la próxima pandemia en los países occidentales, será aquella provocada por problemas de salud mental, y de hecho, las consecuencias actuales del COVID-19 han reforzado esta realidad. En España se han disparado los casos de ansiedad y depresión, con un consumo en ansiolíticos que posiciona al país en uno de los primeros de la Unión Europea. Los datos son abrumadores. Más de dos millones de españoles toman ansiolíticos a diario, siendo este consumo el doble en mujeres que en hombres. El 6,7% de la población del país está afectada por ansiedad, otro porcentaje igual por depresión. Y, aún más dramático son los 200 intentos de suicidio diarios de los que 10 se consuman, siendo la primera causa de muerte no natural en España, duplicando según datos en 2018 a las víctimas por accidentes de tráfico. Son muchas las razones de estos problemas, por favor, no simplifiquemos ni seamos conocedores de una realidad que solo un especialista nos puede documentar. Se trata de enfermedades cuyos orígenes son diversos, y que afectan a todas las áreas de nuestra integridad (física, emocional y espiritual).

El camino no es fácil y en este mundo caído hay aflicción (Juan 16:33), pero de innumerables formas y maneras, la Palabra, y muy específicamente a través de la enseñanza del Maestro, nos habla de que en este caminar no estamos solos, y nos proporciona la seguridad de que caminará al lado nuestro, pero, para ello, nosotros, en libertad, tenemos que dejarnos guiar de su mano, depender incondicionalmente de Aquel que nos conoce a la perfección. Solo agarrados firmemente seremos conducidos hacia la verdadera libertad.

La conocida lectura de hoy nos habla de “afán”, término que en este texto significa realmente “ser dividido” o “partido”, y es que la lucha diaria, cotidiana, nos puede dividir en dos cuando dudamos en el fondo de nuestro corazón donde está nuestra seguridad: ¿en lo que esta sociedad nos muestra constantemente? ¿en lo material? ¿en las posesiones? ¿en el éxito social? ¿en el reconocimiento?, ¿o tenemos nuestra seguridad depositada en Dios? Necesitamos pues preguntarnos seriamente: ¿dónde está verdaderamente nuestra lucha, nuestro afán diario? ¿confiamos en Dios para proveer nuestras necesidades? ¿sabemos que Él, en la pobreza o en la riqueza, nos dará lo que realmente necesitamos?

No es la voluntad de Dios que experimentemos ansiedad. Él nos promete paz, una paz no como la da este mundo, es decir con ausencia de problemas, con ausencia de dificultades, enfermedad, trastornos (pues eso es imposible), sino la auténtica Paz de vivir una vida en el propósito de Dios. Y eso es lo que Dios nos asegura: su provisión suficiente, quizás sea mucho, o quizás poco, pero siempre lo necesario para que podamos cumplir ese propósito que tiene para cada una de nuestras vidas (Filipenses 4:10-13). No podemos dejar de considerar que el camino del discipulado es un camino de negación y de seguir a Jesús con la cruz (Lucas 9:23), que la verdadera prosperidad es caminar de su mano, dejarnos moldear, ser ese vaso, que, aún siendo imperfecto, quizás de barro, torcido, incluso roto, es receptor del mayor tesoro que podemos llegar a anhelar: su Gloria.

Pero cuidado, no nos está diciendo que no nos esforcemos, que seamos ociosos y que vivamos únicamente esperando que nos llueva el sustento. Dios provee al mundo natural, alimenta a las aves, pero no pone la comida en el nido. Se trata de que nuestra mente, nuestras decisiones, nuestras emociones, todo nuestro ser se centren en Él. Se trata de no cambiar nuestro amor a Dios por el amor a las posesiones materiales (Lucas 16:13), se trata de no dejar de buscar Su Reino, en lugar de buscar constantemente la aceptación de los demás, el reconocimiento social, el prestigio, los “likes”. Se trata de centrar nuestra mirada en Jesús para no hundirnos en la profundidad oscura del mar en el que navegamos (Mateo 14:30-31). La ansiedad, el afán, no dan fruto, no proporcionan resultados positivos, no podemos añadir “un codo a nuestra estatura”, fuimos creados con un propósito, y sólo en Él debemos centrarnos, caminar, crecer, y ser transformados, sólo en Él encontraremos la verdadera y auténtica Paz. Cómo mencionábamos ayer, únicamente Dios es digno de ser amado con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente y con todas las fuerzas (Mt 12.30). Es algo que debemos elegir cada día, y en todo el tiempo (Mateo 6.24). Se trata de vivir reconociendo, por encima de todo, que el futuro le pertenece a Dios.

Cambiemos entonces nuestras prioridades. Busquemos el Reino de Dios, vivamos en su justicia. El verbo traducido como “buscar” tiene un significado más completo que es “desear con pasión”, “perseguir con celo”, “procurar de corazón”, es decir hacer de esta búsqueda nuestra prioridad. Esa es nuestra parte, someternos al reinado de Cristo, buscar en todo Su Voluntad, depender de Él en cada decisión que tomemos, tanto en las cosas más insignificantes y cotidianas, como en los grandes dilemas que nos acontecen. La parte de Dios, proveer todo lo esencial para que eso pueda ser posible, para cumplir su propósito en nosotros, para que podamos ser transformados a la imagen de Cristo siendo enviados a este mundo, como Él lo fue, para ser parte de la Misión de Dios.

Necesitamos recordar constantemente que lo primero es lo primero, que, a partir de ahora, preparándonos para el resto de nuestra vida, nuestro anhelo diario, ha de ser esa búsqueda, y para ello contamos con nuestro Señor, sobre el que podemos “echar toda nuestra ansiedad” pues tenemos la certeza de que Él cuidará de nosotros (1 Pedro 5:7).

REFLEXIONEMOS: ¿Cuál es tu nivel de ansiedad? ¿en qué te afanas cada día? ¿quieres contar con la mano tendida, el cuidado, la sabiduría, la provisión real de Dios en tu vida? ¿Confías en que su Voluntad es buena, agradable y perfecta en cada circunstancia (Romanos 12:2)?

Paloma Ludeña Reyes