09 de Febrero 2021
Nuevos ojos.
Lectura bíblica: Romanos 12: 1-8
“No os conforméis a este mundo; más bien, transformaos por la renovación de vuestro entendimiento, de modo que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” Romanos 12:2
Siempre me ha apasionado el mundo natural, me ha maravillado cada cosa que podemos observar y disfrutar de la Creación. Desde lo más insignificante en el mundo microscópico, hasta la percepción de las vastas y tremendas distancias en el Universo. Todo me habla de Dios, de su palpitar, de su amor tremendo, de su creatividad y majestuosidad, de su poder y de su sabiduría. Pero he de reconocer que el estudio de la biología me ha hecho ver con mucha mayor claridad esa realidad. Uno no ve igual las verdes hojas de una minúscula planta, si conoce, al menos en parte, todo lo que ocurre en ella, una auténtica fábrica capaz de transformar la energía del sol en alimento, el que llegará después a todos los seres vivos, a nosotros también, a través de las cadenas alimenticias para hacernos crecer, movernos, pensar…
Y es que, cuando miramos, no solo percibimos lo que está delante de nosotros, sino que lo que vemos depende de lo que hay en nuestra mente y en nuestro corazón. Como dice R.J. Foster, no vemos bien porque nuestros ojos están velados o empañados por lo que hay en nuestro interior. Por eso, si hay ambición y orgullo veremos amenazas, si hay avaricia, veremos un mundo por explotar, si malos deseos, veremos a los demás como objetos. Por lo tanto, atendiendo a la súplica que hace Pablo a los Romanos, en el texto de hoy, es urgente y necesaria la renovación de nuestro entendimiento, para ser capaces de ver con claridad la voluntad de Dios. Y, ese entendimiento requiere el sacrificio personal del ego a través de una nuestra entrega incondicional y libre a Él. Se trata de asumir un estilo de vida que nos lleve a una renovación de nuestra mente, y que no es algo puntual, sino que ha de darse continuamente, día tras día.
El estudio es una herramienta tremenda que puede darnos la claridad de visión que necesitamos para vernos a nosotros mismos y a Dios. Adquirir este hábito contribuye de manera única a esa renovación que realiza el Espíritu en nosotros, desde dentro, y que se verá hacia afuera, llevando nuestra mente por auténticos senderos enriquecedores, llenándola de todo lo que es “verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si hay algo que merece alabanza, en eso pensad” (Filipenses 4:8).
El estudio nos va a inspirar en el conocimiento de la voluntad de Dios, no por un mero asunto intelectual, sino porque nuestra intencionalidad, nuestra decisión de buscar en la Palabra, nos pone en el lugar en el que el Espíritu nos abrirá los ojos, y podremos ver, entender, y discernir la voluntad de Dios, que es buena, agradable y perfecta. Es entonces cuando nos “veremos” a nosotros mismos, en la medida justa, sin tener más alto concepto de nosotros del que debemos tener, reconociendo nuestro lugar, aquel que cumplirá el propósito de Dios para nuestra vida en la Misión que nos encomienda (Romanos 12:3-8). Y también “veremos” a los demás, de tal modo que podremos vencer el mal con el bien, practicando el amor auténtico (Romanos 12:9-21).
Encontremos de verdad la Palabra, entre tantas biblias que adornan las estanterías de nuestras casas y tantos formatos digitales, y “comamos” de ella, como hizo el profeta Jeremías (Jeremías 15:16), pues nosotros somos aquello de lo que nos alimentamos, y como hemos mencionado, lo que vemos depende de lo que está en nuestra mente y en nuestro corazón. La Palabra se hará entonces viva en nosotros y nos transformará para escuchar la voz de Dios.
También podemos aclarar nuestra visión a través de otros libros inspiradores, siempre bien seleccionados, que nos ayudarán a profundizar en el conocimiento de la Palabra. Y, aunque no son “libros escritos”, las manifestaciones artísticas, la música, la danza, las artes plásticas, nos hablan mucho del Dios que pone los talentos en los seres humanos. Otra fuente inagotable de estudio que nos aclara la vista es la misma Naturaleza, que no solo nos habla, sino que nos grita, acerca de su Autor (Salmo 19). Y, no olvidemos el estudio de los acontecimientos históricos y sociales, que nos ayudarán a comprender como transmitir la verdad del Evangelio en un contexto tan cambiante como lo son las sociedades humanas, lo que nos ayudará a que nuestro mensaje sea verdaderamente relevante, por ello, como se ha dicho tantas veces, necesitamos prepararnos también con la Biblia en una mano y el periódico en la otra.
REFLEXIONEMOS:
¿Cuánto tiempo dedicas al estudio de la Palabra? ¿Has comprobado en alguna ocasión como dicho estudio ha cambiado la percepción del mensaje de la Palabra abriendo una nueva perspectiva enriquecedora para ti? ¿Lo compartirías?
Paloma Ludeña Reyes