19 de junio de 2021
La visión de Dios.
En una conferencia en Nueva Inglaterra (EE.UU.), un pastor chino que había pasado 18 años de su vida en un campo de concentración por causa de su fe; compartió el siguiente testimonio con las personas allí presentes:
“Mis amigos me preguntan qué tipo de trabajo hacía en el campo de trabajos forzados, para mantenerme físicamente saludable. Mi respuesta es que la vida allí era muy, muy dura. Las autoridades del campamento me pusieron a vaciar el pozo de excrementos humanos… La mayoría de los prisioneros temían acercarse a este pozo negro. Pero, como las autoridades sabían que yo era una persona estudiada, y de una familia adinerada –y sobre todo porque ellos eran ateos, y sabían que yo era un líder cristiano se deleitaban asignándome el trabajo del pozo negro. Lo que no sabían en aquellos años era cuánto disfrutaba yo trabajando en ese lugar.
El pozo no tenía más de dos metros de ancho y dos metros de largo y estaba lleno del excremento humano recogido de todo el campamento. Cuando éste se llenaba, el excremento se mantenía allí hasta que estaba listo para ser sacado y llevado al campo como fertilizante. Ya que el pozo era tan profundo, y no podía alcanzar el fondo para vaciarlo, tenía que meterme en esa masa llena de enfermedades, e ir sacando las sucesivas capas de excremento humano, mientras respiraba ese olor fétido.
Los guardas y todos los demás prisioneros se mantenían a gran distancia del lugar, debido al mal olor. Entonces, ¿por qué disfrutaba yo de mi trabajo en el pozo negro? Lo que disfrutaba era la soledad. En el campamento, todos los prisioneros solían estar bajo estricta vigilancia, y ninguno podía estar solo. Pero mientras yo trabajaba en el pozo negro, podía estar solo, y podía orar a nuestro Señor tan fuerte como quisiera. Podía recitar las Escrituras, incluyendo todos los Salmos que recordaba, sin tener a nadie cerca que me lo impidiera. Esta es la razón por la que disfrutaba de mi trabajo en el pozo negro.
También podía cantar en voz alta los himnos que recordaba. En aquellos días, mi himno favorito era ‘En el Jardín’. Antes de haber sido arrestado, éste era mi favorito, pero entonces no entendía su verdadero significado. Trabajando en el pozo negro, llegué a descubrir y experimentar una comunión maravillosa con nuestro Señor. Cantaba este himno vez tras vez, y sentía la presencia de Dios conmigo…
Solo, vengo al jardín
El rocío aún está sobre las rosas.
La voz que cae en mi oído
Es la revelación del Hijo de Dios.
Él camina conmigo, Él habla conmigo,
Y me dice que soy suyo.
Pasa el tiempo, y el gozo que compartimos allí
Nadie jamás ha conocido.
Vez tras vez canté este himno en el pozo negro, y siempre experimenté la presencia del Señor. Nunca me dejó ni me abandonó. Es así como sobreviví, y como el pozo negro llegó a ser mi jardín privado. “
Tenemos la tendencia a ver el mundo como nosotros somos. Peor aún, solemos ver a Dios a través de nuestros propios lentes, haciéndole a nuestra imagen y si no se acomoda, negamos que exista. El pastor chino en prisión vio el excremento humano como una oportunidad para estar con Dios. Éste se convirtió en su jardín de comunión en medio de una terrible persecución. ¿Cómo está tu visión? Cuando miras a tu mundo y tu vida, ¿qué ves? No me refiero a lo que ves ocasionalmente, si no, ¿qué es lo que ves regular y repetidamente? Debemos vivir dejando que la perspectiva de Dios llene nuestra visión cada día. La persona con una visión espiritual puede ver más allá de las estrellas. La Biblia dice que el corazón puro, el que busca la santidad, verá a Dios. Así, la experiencia, el conocimiento y la pureza hacen que veamos el mundo de una manera diferente.
No hay nadie a quien esta visión de Dios no le pueda ser dada, pero para recibir su perspectiva debes recorrer el camino hasta el lugar donde Dios puede ser visto y donde se muestra a sí mismo: la pureza de corazón. Día a día, nos preparamos -o nos “despreparamos”- para ver a Dios, y esta es la mayor visión que cualquier persona puede tener. La integridad es, en parte, la pureza de corazón que nos capacita para ver el mundo circundante como un lugar lleno de posibilidades para la gracia de Dios. Nos capacita también para ver maneras en las cuales los valores centrales del Reino de Dios pueden ser establecidos incluso en las circunstancias más estrechas y difíciles.
Tomado de “Tiempo y lugar para Dios: Hacia el crecimiento espiritual”