23 de julio de 2021.
Jesús, nuestra adoración.
Lectura bíblica: Hebreos 1
““Y, cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí»”
(Juan 12.32)
Como hemos estado insistiendo en estos días, el propósito de toda la creación es adorar a Dios. “¡Toda la tierra te adorará y cantará a ti! ¡Cantarán a tu nombre!» (Salmo 66.4). Las Escrituras nos enseñan que los seres humanos nunca encontraremos plenitud de vida sino es por medio de una relación de adoración con el Creador «Tú eres Jehovah; tú hiciste los cielos, los cielos de los cielos y todo su ejército, la tierra y todo lo que hay en ella, los mares y todo lo que en ellos hay. Tú sostienes con vida a todos; los ejércitos de los cielos te adoran.” (Nehemías 9.6) Es por esto que, como creyentes y discípulos, nos preparamos por medio de las disciplinas espirituales para la más fundamental de las acciones cristianas: la adoración del Dios verdadero; Padre, Hijo y Espíritu Santo “Respondiendo Jesús, le dijo: —Escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás.” (Lucas 4:8).
Algo clave para que nuestra adoración sea verdadera y genuina, es la percepción y comprensión que tenemos de Dios. Dice Foster: “pensar correctamente sobre Dios es, en un sentido importante, tener todo de manera correcta. Pensar incorrectamente acerca de Dios es, en un sentido importante, tener todo de manera incorrecta”. Por esto, “necesitamos urgentemente comprender quién es Dios” (Celebración de la Disciplina, p. 166). Por lo tanto, es para nosotros importantísimo, ahora que terminamos este camino hacia el crecimiento espiritual con la adoración, que entendamos que la función principal de las disciplinas espirituales es ayudarnos a percibir, comprender, servir y adorar al Dios verdadero.
El Señor se manifiesta en la creación, en Sus obras “pues, desde la creación del mundo, todos han visto los cielos y la tierra. Por medio de todo lo que Dios hizo, ellos pueden ver a simple vista las cualidades invisibles de Dios: su poder eterno y su naturaleza divina. Así que no tienen ninguna excusa para no conocer a Dios” (Romanos 1.20), pero también sabemos que nuestro pecado ha velado nuestra percepción general de Dios y no conseguimos llegar a Él. Pero aunque esto es una realidad en nuestras vidas, el Señor buscó maneras y caminos para rehacer esa relación y que pudiéramos tener un conocimiento profundo y adecuado de Él “Hace mucho tiempo, Dios habló muchas veces y de diversas maneras a nuestros antepasados por medio de los profetas. Y ahora, en estos últimos días, nos ha hablado por medio de su Hijo. Dios le prometió todo al Hijo como herencia y, mediante el Hijo, creó el universo. El Hijo irradia la gloria de Dios y expresa el carácter mismo de Dios, y sostiene todo con el gran poder de su palabra. Después de habernos limpiado de nuestros pecados, se sentó en el lugar de honor, a la derecha del majestuoso Dios en el cielo” (Hebreos 1.1-3)
La Palabra nos muestra que solo por medio de Cristo Jesús, podemos conocer, entender y, por lo tanto, adorar a Dios de una manera adecuada. Es cuando entendemos que si vemos al Hijo vemos al Padre, cuándo podremos tener una verdadera adoración “Jesús le dijo: —Tanto tiempo he estado con vosotros, Felipe, ¿y no me has conocido? El que me ha visto, ha visto al Padre” (Juan 14.9). Por lo tanto, nuestra cercanía y relación con Jesús es la que marcará definitivamente nuestra adoración. El propio Jesús nos dijo: “Y yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo.” (Juan 12.32) y nosotros queremos ser atraídos a Él, ya que es lo mejor que nos puede pasar, lo más importante que podemos vivir, el propósito real de nuestra existencia. Todo en las disciplinas espirituales que hemos estado trabajando durante estos meses, nos ponen en la disposición para que el Espíritu Santo pueda obrar en nuestras vidas, para que vayamos madurando y creciendo para que nos parezcamos a Jesús. Nuestra mejor adoración a Dios es esta, que seamos como Jesús, y es maravilloso saber que contamos con la ayuda del Espíritu Santo para esto “el Consolador, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os hará recordar todo lo que yo os he dicho.” (Juan 14.26)
El Espíritu hace su obra, pero nosotros debemos seguir clamando a Dios para que Él nos “enseñe todas estas cosas grandes y ocultas que no conocemos” (Jeremías 33.3), y sobre todo que queramos conocer en profundidad, de nuevas maneras, a nuestro Señor, ya que es el centro de todo nuestro ser y de nuestra Comunitat. Ahora que estamos terminando esta serie de devocionales, no queremos hacerlo sin apuntar hacia el verdadero objeto de nuestra adoración: Jesucristo. ¡No perdamos la oportunidad y la bendición de ser transformados por Su presencia en nuestra vida! Seamos verdaderos adoradores, siguiendo en el camino hacia el crecimiento espiritual “Más bien, creced en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea la gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.” (2ª Pedro 3.18) Que el Señor os bendiga y llene de Su Gracia y Amor cada día. ¡Seguimos en el Camino!