Leer capítulo 5 de Mateo
El camino del discipulado
Este capítulo da comienzo a la porción del evangelio que Agustín de Hipona tituló “Sermón del monte”. Es uno de los pasajes sobre los que más se ha escrito y de los más conocidos de la Biblia. Viene a ser una descripción de los principios del Reino. Por esta razón Mateo los sitúa después de la afirmación de Jesús.
Desde entonces Jesús comenzó a predicar y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. 4.17
Y tras la elección de los discípulos 4.18-22.
El sermón está definido en tres partes graduales.
Primero, Jesús habla de los ciudadanos del reino (5:12–16), describiendo su carácter y bienaventuranza (vv. 2–12) y su relación con el mundo (vv. 13–16). Son sal de la tierra y luz del mundo.
En segundo lugar, el Señor presenta la justicia del reino, la elevada norma de vida exigida por el Rey (5:17–7:12). Esta justicia está completamente de acuerdo con los principios morales del Antiguo Testamento (5:17–19), pero que no está de acuerdo con la interpretación y aplicación corriente y tradicional (rabínica) de la ley de Dios (vv. 20–48).
Es superior a la justicia de los escribas y fariseos del día de Jesús así como la de los antiguos intérpretes judíos. Este contraste se señala con respecto a varios de los mandamientos del Antiguo Testamento.
La esencia de la justicia del reino con respecto a la relación del hombre con Dios equivale a esto: “Ama a Dios por sobre todo” (cap. 6) y “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (7:1–12).
En tercer lugar, Jesús concluye su sermón con una ferviente exhortación a entrar en el reino (vv. 13–27). El efecto del sermón sobre los oyentes se describe en los vv. 28 y 29.1
El alma del capítulo la constituyen las bienaventuranzas. No son simples afirmaciones sino que tienen un carácter de exclamaciones que definen algo que empieza en la comienzo del discipulado para crecerá hasta alcanzare su máximo exponente cuando lleguemos a la presencia de Cristo, expresando una felicidad máxima que se entiende por el control creciente del Espíritu en nuestras vidas.
Presentan el recorrido gradual del discipulado. Comienza con las tres primeras. Es la etapa en la se reconoce la condición del hombre.
Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados.
Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra. Vv. 3-5
En la medida en que reconocemos nuestra indignidad, fragilidad e incapacidad se despierta en nosotros un insaciable deseo de justicia.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados. V. 6
Cuando reconocemos nuestra condición aparece ante nosotros la GRACIA de Dios que nos exalta y nos hace parecer limpios delante de Dios dándonos la máxima paz.
Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia.
Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios. Vv.7-9
Es en ese punto que descubrimos el “precio” del discipulado: el aislamiento y la incomprensión, cuando no la persecución.
Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan, y digan todo género de mal contra vosotros falsamente, por causa de mí. Vv. 10-11
Esto que, para cualquiera, pudiera parecer algo insoportable se convierte en un gozo indescriptible por la presencia creciente del Espíritu en nuestras vidas.
Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros.
Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya para nada sirve, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres.
Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar… vv. 12-14
Preguntas para la reflexión:
¿Te consideras depositario de la máxima felicidad?
¿En qué parte del camino te encuentras?
¿Qué harás para afianzarte, permanecer y seguir adelante?
Pastor Antonio Calero