12 de mayo 2021.
En cualquier situación.
Lectura bíblica: Filipenses 4:10-20
“Me alegro muchísimo en el Señor de que al fin hayan vuelto a interesarse en mí. Claro está que tenían interés, sólo que no habían tenido la oportunidad de demostrarlo” (Filipenses 4:10)
Seguimos en el mismo texto en el que reflexionábamos ayer, en el capítulo 4 de Filipenses. Seguimos teniendo a Pablo en la misma cárcel en la que le dejamos ayer, en la misma situación de prisión, con las mismas dificultades, y ¡¡¡con el mismo gozo!!!
Para mí es muy llamativa la frase de Pablo (el versículo en lenguaje evangélico), que abre este devocional, y que dirige a la iglesia en Filipo. Realmente creo que nos enseña mucho del corazón de Pablo y de la transformación que el Señor había realizado en su carácter. Por lo que él comenta, parece que los hermanos de Filipo, que en otro tiempo habían sido su única ayuda “ustedes mismos, filipenses, saben que en el principio de la obra del evangelio, cuando salí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en mis ingresos y gastos, excepto ustedes” (Filipenses 4.16), lo habían dejado de ser, al menos por un tiempo. Pero lo interesante, es que en vez de quejarse amargamente o ver en esto un motivo de lamento, lo que hace es celebrar que ellos de nuevo “hayan vuelto a interesarse en mí”. Muchos de nosotros, y lo hablo en primera persona, hubiéramos puesto el acento en el tiempo que no me habían cuidado, en las penalidades, sufrimientos y estrecheces que había tenido que atravesar, y seguramente hubiera pensado que mis hermanos pasaban de mí, que seguro que había razones oscuras o al menos dejadez para que esto ocurriera. Pero el Apóstol Pablo nos muestra una manera diferente de entender su relación con sus hermanos “Claro está que tenían interés, sólo que no habían tenido la oportunidad de demostrarlo”.
En vez de poner el tono en lo negativo, en la dificultad o posiblemente en lo que realmente se había hecho mal, pone su mirada en “todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio” (Filipenses 4.8) Pablo decide pensar bien y no mal, bendecir y no maldecir, celebrar y no quejarse. Él decide poner en práctica lo que poco antes les había estado enseñando a estos mismos filipenses, y vivir en el gozo de la celebración, ver lo bueno del corazón de sus hermanos y pensar en el amor que le tenían que “sólo que no habían tenido la oportunidad de demostrarlo”.
Pablo nos muestra de una forma tangible, real y práctica, como uno puede y decide vivir en el contentamiento, a pesar de la situación que se esté viviendo (recordemos que estaba preso e iba camino a la muerte). El Apóstol decide celebrar la comunión, en vez de la separación, celebrar lo recibido y no lo faltante. Podemos ver que él celebra el haber tenido abundancia, pero también pobreza, el haber sido saciado, pero también el pasar hambre “Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez” (Filipenses 4.12), y que esto ha sido porque a entendido donde estaba su fundamento y su base “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (Filipenses 4.13). Su Señor era quien le proveía, quien le sustentaba, quien le sostenía, tuviese o no, recibiera o no, se sintiera acompañado o no. La verdadera causa de su gozo, de su contentamiento y de su celebración era la presencia de Cristo en su vida, no las circunstancias que le rodearan, sino el sentir que Dios estaba en el control de todo y que pasara lo que pasara, Su poder le fortalecía.
La decisión de celebrar a Cristo en Su vida hacía de Pablo un hombre gozoso, pleno, poderoso, radiante, que reflejaba amor y podía vivir el Evangelio ante todos los demás. Si él hubiera dependido de las circunstancias que le rodeaban y las hubiera visto con los ojos carnales, seguramente no hubiera vivido su vida como una celebración de adoración a su Señor, y, por lo tanto, su influencia en medio de su generación hubiera sido mínima y efímera. Celebrar la presencia de Cristo es algo poderoso y transformador que nos ayudará a nosotros a ser luz y sal de transformación para nuestros entornos y para este mundo.
Cristo es el Señor y tiene todo el control de nuestras vidas ¡¡Celebrémoslo!!
REFLEXIONEMOS:
¿Cómo estamos viviendo nuestra vida, con gozo y celebración o con juicio y queja? ¿En qué pensamos, en lo verdadero, lo respetable, lo justo, lo puro, lo amable o estamos pensando en siempre en lo peor, lo malo…?, ¿Con qué actitud miro a mi prójimo, a mi hermano, con misericordia o con juicio? ¿Me contento con lo que tengo y vivo? ¿En qué apoyo mi vida, en las posesiones, los demás, mi buena fama y estima o en Cristo? ¿Es Cristo nuestra fortaleza? ¿Confiamos en que Dios tiene todo el control de nuestra vida y por lo tanto, pase lo que pase lo puedo celebrar?