15 de abril 2021.
El Buen Pastor.
Lectura bíblica: Juan 10. 1-21
” Cuando ya ha sacado a todas las que son suyas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque reconocen su voz.”
(Juan 10.4)
Richard James Foster escribe: “En la sociedad contemporánea, nuestro adversario se especializa en tres cosas: ruido, premura, y multitudes. Si él puede mantenernos empeñados en la cantidad y en la muchedumbre descansará satisfecho” (Alabanza a la disciplina, p. 27). Así es, el enemigo de nuestra alma busca que vivamos vidas tan ajetreadas, que al final nos quedamos sin espacio para descansar, meditar y asimilar lo que Dios nos quiere enseñar.
Esto lo podemos ver en multitud de ocasiones en las que Jesús hablaba a aquellos que le seguían. Incluso sus discípulos más cercanos, en ocasiones no entendían lo que Él quería enseñarles “Jesús les puso este ejemplo, pero ellos no captaron el sentido de sus palabras” (Juan 10.6) y tengo la sensación, podría decir la certidumbre, de que esto nos ocurre muchas veces también a nosotros… Estamos tan estresados, ocupados, tan faltos de tiempo, silencio, paz y sosiego, que no somos capaces de entender al Señor. El problema de esto es que, entre otras cosas, no entendemos lo importante, lo vital, que es para nosotros poder reconocer la voz de nuestro Señor, de nuestro Pastor, para que podamos vivir en libertad, paz y salvación.
En el texto que recomendamos hoy para nuestro tiempo devocional, de nuevo encontramos a Jesús enseñando a aquellos que le seguían. Podemos encontrar que algunos de ellos recibían la palabra con alegría y un corazón abierto, pero otros tantos no eran capaces de discernir la voz de Dios y solo crecía en ellos juicio y crítica “Cuando aquellos judíos oyeron esto, se pusieron a discutir, pues unos pensaban una cosa, y otros otra” (Juan 10.19). Todos oían las mismas palabras, pero no todos escuchaban y recibían el mismo mensaje y, sobre todo, había reacciones y respuestas totalmente dispares y contrarias “Muchos decían: «Ese hombre tiene un demonio y está loco. ¿Por qué le hacen caso?» Pero otros decían: «Nadie que tenga un demonio puede hablar así. Además, ningún demonio puede darle la vista a un ciego.»” (Juan 10.20-21)
¿Por qué se daba esto? Evidentemente la respuesta es compleja, los motivos variados y seguramente diferentes según la persona, pero podemos encontrar uno muy importante, clave, en el mismo relato que Jesús les hizo y que tanta controversia levantó entre sus seguidores: ¡quién era el pastor de sus vidas! Qué voz conocían y seguían.
En esta parábola, Jesús dice “Yo soy el buen pastor. El buen pastor está dispuesto a morir por sus ovejas” (Juan 10.11), pero a su vez enseña que Él no es único que está interesado en ellas. Nos dice este texto que hay muchos otros pastores, en este caso asalariados, que quieren que las ovejas les sigan, pero las intenciones no son las mismas que las del Buen Pastor, sino que son “bandidos y ladrones” (Juan 10.8). Pero también están interesados en las ovejas “el ladrón [que] llega, [y] se dedica a robar, matar y destruir” (Juan 10.10) y “el lobo [que] llega y ataca a las ovejas, ellas huyen por todos lados” (Juan 10.12). Y nosotros, los que seguimos al Señor debemos decidir quién es nuestro pastor, a quién vamos a escuchar, que voz es la que escuchamos y seguimos, qué voz reconocemos como confiable.
La clave está en que voz reconocemos como la de nuestro pastor “El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El portero le abre la puerta, y las ovejas oyen su voz. Llama por nombre a las ovejas y las saca del redil. Cuando ya ha sacado a todas las que son suyas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque reconocen su voz. Pero a un desconocido jamás lo siguen; más bien, huyen de él porque no reconocen voces extrañas.” (Juan 10:2–5) Solo cuando nosotros estamos acostumbrados a escuchar la voz de Jesús como nuestro pastor le seguiremos, no seremos engañados y hallaremos salvación y libertad “Yo soy la puerta; el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo. Se moverá con entera libertad, y hallará pastos” (Juan 10.9)
Para esto necesitamos meditar, apagar todos los ruidos y distracciones para concentrarnos y conocer Su voz, y así poder diferenciarla del resto de voces que nos llaman, buscan y seducen. Solo la meditación en la Palabra, el tiempo en Su presencia, nos ayudara a conocer a Jesús, Su voz y seguirle a Él “Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas, y ellas me conocen a mí” (Juan 10.14)
REFLEXIONEMOS:
¿Cuánto conocemos la voz del Buen Pastor? ¿Sé diferenciarla del resto de las voces? ¿Medito en Su Palabra para conocer y diferenciar su voz? ¿Disfruto con mi pastor para conocerle? ¿Jesús me conoce y yo a Él? ¿Estoy preparado para seguirle cuando me llame?