LA MEDITACIÓN.

16 de abril 2021.

Creados para su intimidad.

Lectura bíblica: Juan 5.19-29; 14.15-21; 17.20-23

Algunos fariseos le preguntaron a Jesús: —¿Cuándo comenzará Dios a reinar aquí?

Jesús respondió: —El reino de Dios no es algo que pueda verse. Tampoco se puede decir: “¡Aquí está!” o “¡Allí está!” Porque el reino de Dios ya está entre ustedes.

(Lucas 17.20-21)

Las Escrituras nos enseñan que Dios nos creó con el propósito de que tuviésemos una comunión íntima con Él, por eso el pecado fue tan terrible para nosotros, ya que rompió esa relación y por lo tanto perdimos el sentido principal de nuestro ser. Pero Dios nunca abandonó el propósito original con Su creación y, desde el mismo momento de nuestra caída, puso en marcha un plan de rescate y restauración de esa relación. Dios nunca estuvo ni estará lejos de nosotros “Esto lo hizo Dios para que todos lo busquen y, aunque sea a tientas, lo encuentren. En verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros” (Hechos 17.27). El problema que tenemos los seres humanos, no es que Dios haya olvidado su plan o que Él nos haya abandonado a nuestra suerte, sino nuestra tendencia, nuestra insistencia, en vivir alejados de nuestro Creador y la dificultad que nos causa esto para que podamos experimentar cuán cerca está Cristo de nosotros y cómo Él quiere transformarnos.

Dios nos ha creado para su intimidad. El Señor desea que decidamos acercarnos a Él, porque Él ya se ha acercado a nosotros. Pudiese ser que el texto de Santiago 4:8 “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros” pudiera confundirnos, dándonos la sensación de que somos nosotros quienes tenemos que dar el primer paso para recuperar esa relación, pero la realidad que nos muestra toda la Palabra es que, no solo nuestro Padre ha dado el primero, sino todos y cada uno de los siguientes para alcanzarnos “Pero ahora en Cristo Jesús, a ustedes que antes estaban lejos, Dios los ha acercado mediante la sangre de Cristo.” (Efesios 1.2) “El Señor está cerca.” (Filipenses 4.5) ““El reino de los cielos está cerca.”” (Mateo 10.7) …

Es Dios quien ha diseñado e iniciado la relación con nosotros, y busca que nosotros podamos llegar a ser todo aquello que Él ha planeado que lleguemos a ser. Dios quiere que florezcamos desde nuestro interior, para que produzcamos en nosotros el fruto de su semejanza “A éstos Dios se propuso dar a conocer cuál es la gloriosa riqueza de este misterio entre las naciones, que es Cristo en ustedes, la esperanza de gloria. (Colosenses 1.27) Te animo a que leas, entre otros, al menos Juan 14:15-21; 17:20-23 o Lucas 17:21, que es el texto que encabeza nuestro devocional de hoy, en el cual podemos entender cuan maravilloso es el proyecto de Dios para nosotros.

Hay un precioso libro de John Ortberg que se titula “Ser el ser que quiero ser”, aprovecho para recomendártelo. En él, el autor, nos anima a que podamos descubrir realmente el diseño de Dios para nosotros, el plan especial y único que el Creador ha preparado para cada uno, y que descubriendo esto, nos esforcemos en ser y expresarnos de la manera que Él nos ha hecho, para que lleguemos a florecer y podamos expresar todo el potencial que Dios ha puesto en nosotros. Que, por medio de la presencia del Espíritu Santo en nosotros, podamos reflejar la imagen que de Dios tenemos y por tanto la belleza que nos hace semejantes a Cristo Jesús.

Es por esto que es tan necesaria la meditación espiritual, ya que, por medio de esta disciplina espiritual, podremos darnos cuenta de cuan cerca estamos de Su presencia, de conocer Su Amor por nosotros, de cuál es Su plan para nuestras vidas y de nuestra condición de pecadores, para de esta forma, comenzar a expresarnos y ser el ser que Dios quiere que seamos, y de esta forma podamos vivir una vida abundante, de fruto abundante, que nos ayude a reflejar la Luz de Cristo Jesús a todos aquellos que nos rodean. Cuanto más nos acercamos a Dios, y a esto nos ayuda la meditación, tanto más conscientes seremos de nuestro pecado y de su amor, lo que nos estimulará a esforzarnos en conocer quiénes somos en Cristo y maravillosamente nos llevará a ser más parecidos a nuestro Señor.

REFLEXIONEMOS:

¿Cómo es nuestra relación con Dios? ¿Buscamos la intimidad con Él? ¿Entendemos que hemos sido creados para tener una relación íntima con el Señor? ¿Entiendo que el Señor está cerca de mí cada instante? ¿Me esfuerzo en buscar a Dios? ¿Reflejamos la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida? ¿Cuánto medito en Su presencia para que me ayude a comprender y reflejar mi semejanza de Cristo?