5 de junio de 2021
Deshaciéndose de la Cascada de Recuerdos –
La Libertad que da el Completo Perdón.
Uno de mis héroes de la fe es Corrie Ten Boom, una sobreviviente del Holocausto Nazi con una asombrosa devoción a Dios. Cada vez que deseo inspiración acerca del poder del perdón, recuerdo su historia.
En 1944, cuando los alemanes nazis ocuparon Holanda, un anciano relojero y su familia estaban activamente involucrados en la Clandestinidad Holandesa. Escondiendo a personas judías en un cuarto secreto de su casa, la familia Ten Boom valientemente ayudó a hombres, mujeres y niños judíos a escapar de la lista de muerte de Hitler.
Pero un día fatal, su secreto se descubrió. Un hombre a quien el padre de Corrie le había enseñado relojería unos años antes, traicionó a la familia informándole a los nazis acerca de sus actividades. El padre de Corrie fue arrestado y enviado al campo de concentración donde pronto murió. Su amada hermana, Betsie, tampoco pudo escapar de las garras de la muerte en manos de sus crueles verdugos. Ella pereció en Ravensbruck, uno de los campos de muerte más espantosos de Hitler.
Corrie también fue enviada a Ravensbruck. Allí, Corrie fue testigo y sufrió las atrocidades más indescriptibles. Cada día ella y sus compañeras tenían que soportar el más horroroso abuso, suciedad, inanición y degradación de todo tipo.
A diferencia de muchos otros – de hecho, millones – Corrie fue milagrosamente librada de la muerte. Por un error en el texto de un documento, fue puesta en libertad y pudo salir del campo. Lo que para algunos es una coincidencia o el destino, Corrie lo llamó una intervención divina. Y por estar ella libre mientras otros murieron, ella sintió un poderoso llamado a demostrar y declarar el amor y perdón de Dios mientras pudiera hacerlo.
Avancemos hasta 1947. Habían transcurrido dos años después que la guerra había terminado y Corrie había viajado desde Holanda hacia la derrotada Alemania con el mensaje del perdón de Dios. Las heridas emocionales, físicas y espirituales que la guerra había provocado, estaban aún frescas y abiertas en esa tierra bombardeada por la amargura.
En una iglesia de Munich, Corrie habló del amor de Dios y compartió su cuadro mental favorito en relación al perdón. Ella dijo a la audiencia, que al crecer no muy lejos del mar, ella siempre se imaginaba que era allí a donde eran arrojados los pecados.
“Cuando confesamos nuestros pecados”, explicó ella, “Dios los arroja al fondo del mar. Y aunque no pueda encontrar una Escritura para esto, yo creo que Dios coloca un letrero afuera que dice: “No está permitido pescar” ”.
Sus palabras estaban acompañadas con solemnes expresiones, de manera que la gente que se encontraba reunida en la iglesia, la miraba fijamente desde atrás, sin atreverse a creer completamente su mensaje de perdón total. Ella terminó su exposición sin ser consciente de que su propia habilidad para perdonar sería severamente probada. Ella recordó lo que ocurrió en seguida:
Es entonces cuando lo vi a él, apresurándose por llegar adelante. En un momento vi su abrigo azul y el sombrero marrón y enseguida su uniforme azul y una gorra de visera con el emblema del ejército nazi de Alemania.
El recuerdo me llegó como un torrente agudo –el cuarto enorme con luces penetrantes; el patético montón de ropa y zapatos en el centro; la vergüenza de haber tenido que caminar desnuda delante de este hombre.
Pude ver de nuevo el cuerpo tan frágil de mi hermana delante de mí en la fila, sus costillas visibles por debajo de su piel ya transparente como un pergamino. “¡Betsie, ¡qué delgada estabas!”
El lugar era Ravensbruck, uno de los campos de concentración, y el hombre que venía hacia mi había sido uno de los guardias –uno de los más crueles.
Ahora él estaba en frente de mí. Extendiéndome su mano“¡Excelente mensaje, Fraulein! Qué bueno es saber que, como usted dice, ¡todos nuestros pecados están en el fondo del mar!”
Y yo, que estaba hablando tan elocuentemente sobre el perdón, dejé caer mi cartera en lugar de tomar esa mano. El no me recordaba, por supuesto – ¿Cómo podría recordar a alguna prisionera entre esas miles de mujeres?
Pero yo lo recordaba, y su látigo de cuero colgando de su cinturón. Estaba cara a cara frente a uno de mis verdugos y mi sangre parecía que se iba a congelar.
“Usted mencionó Ravensbruck en su exposición… yo fui un guardia allá… Pero desde ese tiempo, me he convertido en un cristiano. Yo sé que Dios me ha perdonado por las cosas crueles que hice allá, pero me gustaría oírlo de usted también. Fraulein”,- nuevamente extendió su mano hacia mí – “¿usted me perdona?”
Corrie describió sus frenéticos pensamientos y emociones:
Permanecí ahí de pie – yo, a quien los pecados le habían sido perdonados una y otra vez – ahora no podía perdonar. Betsie había muerto en ese lugar – ¿podía él borrar su terrible y lenta muerte simplemente por pedir perdón?
No fueron muchos los segundos que él estuvo ahí – con su mano extendida- pero para mí fueron como horas mientras luchaba con lo más difícil que he tenido que enfrentar en mi vida.
Tenía que hacerlo – yo lo sabía. El mensaje del perdón de Dios tiene una condición previa: que perdonemos a aquellos que nos han ofendido. “Si no perdonas a otros sus ofensas,” dijo Jesús, “tampoco tu Padre que está en los cielos perdonará tus ofensas”.…Y aún así permanecí allí con la frialdad congelando mi corazón. Pero el perdón no es una emoción –también sabía esto. El perdón es un acto de la voluntad y la voluntad puede funcionar a pesar de la temperatura del corazón. “Jesús, ¡ayúdame!” Oré silenciosamente. “Puedo levantar mi mano. Puedo hacerlo. Tú suplirás el sentimiento”.
Y mecánica y secamente puse mi mano en aquella que estaba estirada. Y mientras lo hacía, algo increíble sucedió. Una corriente comenzó en mi hombro, bajó por mi brazo y saltó hacia nuestras manos unidas. Y luego una tibieza sanadora pareció inundar todo mi ser y brotaron lágrimas de mis ojos.
“¡Lo perdono, hermano!” dije llorando. “¡Con todo mi corazón!”
Durante un largo rato tuvimos las manos unidas, el antiguo guardián y la antigua prisionera.
Corrie escribió más tarde: “Nunca hasta ese momento había conocido el amor de Dios tan intensamente. Pero aún así, me doy cuenta que no era mi amor. Había tratado y no tuve el poder. Fue el poder del Espíritu Santo”
Me encanta esta historia porque demuestra que Corrie –la cristiana más firme que he conocido- luchó poderosamente para perdonar, compartiendo con miles de personas sobre la libertad que da el perdón. Había una montaña de piedra tan terriblemente incrustada en su alma, que sin el poder sobrenatural de Cristo, Corrie no podría haberla sacado.
Piense en esto: Si Corrie se resistió inicialmente, pero luego perdonó a tan ilustre ofensor, es seguro que existe esperanza para nosotros cuando al buscar perdón vemos una desalentadora tarea. Corrie dio pasos hacia el perdón… aún cuando ella no lo sentía. Su obediencia cinceló la montaña de piedra y con la ayuda del Espíritu Santo la redujo a residuos de gravilla que fácilmente pudo barrer. Corrie encontró libertad en el perdón total.”
(Hunt, June. Cómo perdonar… cuando no lo sientes, Capítulo 5)