10 de junio de 2021.
Consolados para consolar.
Lectura bíblica: 2ª Corintios 1: 1-3-11
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo…, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2ª Corintios 1. 3-4)
Introducción.
En nuestro contexto español “Confesar” se define como “el dicho de un penitente. Declarar al confesor en el sacramento de la penitencia los pecados que ha cometido”.
Esta definición tan medieval y establecida por la iglesia católico-romana como un “mandamiento de la santa madre iglesia”, consistente en la confesión auricular de los feligreses dista mucho del sentido Bíblico de lo que es Confesar. En el lenguaje judeocristiano tiene el sentido de “expresar”, “Declarar”, “Reconocer” los actos, ideas y sentimientos verdaderos de una persona. Hemos confesado nuestros pecados al Señor, quien nos perdonó en Cristo y hemos hallado gracia, misericordia, perdón y restauración plena en Él en la Regeneración o Nuevo Nacimiento (Conversión). Esto mismo que hemos confesado ante el Señor es lo que debemos confesar ante los demás.
Si hemos sido perdonados, debemos perdonar, si hemos sido bendecidos, debemos bendecir, si hemos sido consolados, debemos consolar.
En este texto el apóstol Pablo hace una confesión, declaración y reconocimiento hacia los Corintios, a quienes extiende los deseos de consuelo en las aflicciones, de la misma manera que Pablo ha sido consolado y fortalecido en medio de sus aflicciones: de afuera; “…en Asia…aun perdimos la esperanza de conservar la vida”, así como de adentro, pues los corintios tildaban a Pablo a lo largo de toda esta carta, de indulgente, orgulloso, de debilidad, tosco en palabras, de contristarles, de engaño y de inestable emocionalmente, entre otras descalificaciones y falsos testimonios…
No obstante Pablo, confiesa que Cristo lo ha personado, bendecido, consolado, fortalecido, librado en los peligros y persecuciones y aún de la muerte hasta entonces. y ese mismo deseo lo anhela para sus amados hermanos discípulos en Corinto.
Pablo nos exhorta y alienta a nosotros también en este día, queridos hermanos de nuestra amada Comunitat, a estar preparados siempre y confesar:
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Que Dios es Padre de Misericordia. Se compadece de nosotros cuando confesamos a Jesús como el Señor de nuestras vidas y de la misma manera usamos de esa misericordia a un mundo tan necesitado del Señor; no juzgando sino extendiendo nuestros brazos para ver la miseria en el corazón humanos y ofrecerles el amor compasivo del Señor.
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Que es Dios de toda Consolación. Confesamos al Señor en medio de:
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Nuestras tribulaciones,
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Nuestras angustias (abrumados, agobiados con un peso grave ante cualquier preocupación o temor…)
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Nuestras aflicciones (dolor que debilita, nos roba fuerza, sufrimiento agudo en el alma…)
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Peligros y aún muerte. (Salmo 23).
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Confesemos que Él siempre está a nuestro lado, creámoslo y testifiquemos de ello a cualquiera que esté pasando por momentos de dolor, pérdidas, sufrimiento y desaliento… Pablo sufrió todo esto en sus carnes; sin embargo, alienta a sus amados en Corinto a confesar que hemos sido consolados para consolar.
Conclusión.
Queridos hermanos, desarrollemos este ministerio tan necesario y ejercitémonos en esta disciplina de la Confesión, reconociendo, expresando que el Señor es nuestro Consolador (Juan 16:7), nuestro Parakletos (el que está a nuestro lado siempre), para ayudarnos librarnos en medio de todas nuestras angustias y aflicciones.
Animémonos, alentémonos y consolémonos unos a otros con estas palabras: Hemos sido Consolados por Dios para Consolar a un mundo que llora…” Amén.
Modesto Palop