DESPOJADO DE SU GLORIA PARA LLEVARNOS A LA GLORIA
Juan 17:5
En este texto encontramos a Jesús orando, a punto de abandonar esta tierra tras haberse despojado de toda su gloria. Ahora, con su obediencia a Dios a punto de llegar a la última de sus exigencias (la muerte en la cruz), el Verbo encarnado desea volver a recuperar la gloria que siempre tuvo junto al Padre, pues podía decir aquello de ¡Misión cumplida!
Pocas peticiones más justas (o ninguna) encontraremos en las Escrituras y en cualquiera de nuestras oraciones. Pues, despojarse de la gloria que había tenido junto al Padre antes de que el mundo fuese, no fue un acto que ninguno de nosotros mereciéramos, ni siquiera una necesidad para sí mismo. Fue un acto de amor lleno de gracia y misericordia que le llevó, no sólo a desprenderse de su gloria, sino a encarnarse como el más humilde de los niños y vivir como el más sencillo de los hombres, hasta morir como el más vil de los humanos, para que nosotros tuviésemos la oportunidad de disfrutar algún día junto a él, de esa gloria que ahora pide al Padre que le restaure.
¡Gloria a Dios por desear que el Hijo dejara su eterna gloria para entrar en el tiempo como uno de nosotros, y así rescatarnos!
“Ahora, que haya en nosotros la misma actitud que hubo en Cristo Jesús, quien siendo igual a Dios, se despojó de su gloria y se encarnó como hombre para servir en obediencia al Padre hasta la mismísima cruz” (Filipenses 2:5-8).
Pedro Rico, Elche
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