24 de junio de 2021.
«Únanimes».
Lectura bíblica: Hechos 2.42-47
“Mientras ayunaban y participaban en el culto al Señor, el Espíritu Santo dijo: «Apártenme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado.»” (Hechos 13.2)
Ayer terminábamos nuestro devocional con una frase de Richard J. Foster que decía “La voluntad de Él (el Señor), más la voluntad de ellos (los creyentes), más la unidad equivalían a autoridad.” Esta experiencia la podemos ver con total claridad en los primeros tiempos de la iglesia de Cristo, y nos debe servir de modelo a seguir a nosotros hoy.
Desde el principio de la Iglesia podemos ver que los creyentes estaban juntos, eran comunidad “El día de Pentecostés, todos los creyentes estaban reunidos en un mismo lugar.” (Hechos 2.1) y así podríamos seguir leyendo los textos del Nuevo Testamento donde vemos la actividad de la Iglesia, como estaban “todos, juntos, unánimes…” Te animo a leer el texto que te sugerimos hoy en Hechos 2.42-47, pero también Hechos 13 y el 15… En todos estos textos podemos encontrar a la iglesia de Jesucristo edificándose mutuamente, guiándose, viviendo unida, discipulando, creciendo, madurando juntos. Juntos buscaban y discernían la voluntad de Dios, tomaban decisiones y ponían en práctica aquellas cosas que el Espíritu Santo les hablaba. Estando juntos podían ver y entender el corazón de Dios y sumarse a Él, siendo obedientes, ya que se animaban y se fortalecían unos a otros.
Podemos ver como cuando los creyentes se unían podían oír al Espíritu Santo y ponerse de acuerdo con Él para hacer la obra que les era encomendada “Mientras ayunaban y participaban en el culto al Señor, el Espíritu Santo dijo: «Apártenme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado.»” (Hechos 13.2), así como sumarse a lo que les decía, tomando decisiones claves y transcendentes para la extensión del reino de Dios “Pues nos pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros…” (Hechos 15.28). Es cuando estaban adorando, orando, sirviendo, aprendiendo… juntos, cuando podían discernir colectivamente la mente del Señor y tomar decisiones que honraban a Dios y eran conformes a Su plan.
Los discípulos aprendieron a esperar juntos y a servirse de guías, de mentores unos a los otros, a hablarse con franqueza la verdad en amor, para llegar a parecerse a Cristo Jesús. Estando juntos nos ayudamos a desarrollarnos, no solo nosotros, sino también el otro, como Iglesia, estimulándonos a cumplir nuestros ministerios para llegar a crecer y madurar de manera sana y sobre todo completa en Amor “En cambio, hablaremos la verdad con amor y así creceremos en todo sentido hasta parecernos más y más a Cristo, quien es la cabeza de su cuerpo, que es la iglesia. Él hace que todo el cuerpo encaje perfectamente. Y cada parte, al cumplir con su función específica, ayuda a que las demás se desarrollen, y entonces todo el cuerpo crece y está sano y lleno de amor.” (Efesios 4.15-16)
Es cuando estamos unidos y juntos, que nos guiamos, apoyamos, asesoramos, oramos, animamos, aconsejamos, para que podamos vivir bajo el control y la dirección del Espíritu Santo y conocer todo el consejo de Dios. No tan solo una parte, la que yo puedo discernir o conocer, sino que Dios, por medio de Su Gracia multiforme que se expresa en todos y cada uno de sus hijos que formamos Su cuerpo, puede darnos a conocer su variada, multifacética y maravillosa voluntad y plan para este mundo. Y nosotros, en unidad, poder llevarlo delante de manera colectiva, que es como se ha concebido y debe ser cumplido. Muchas veces pensamos que la extensión del reino de Dios es cosa de héroes, valientes solitarios e independientes, pero nada más lejos de la realidad, la Misión le ha sido dada a la Comunidad y de ella debe brotar y por ella debe ser llevada a cabo.
En este tiempo que estamos saliendo de esta pandemia, que nos ha obligado durante meses a no podernos reunir, que se ha agudizado nuestra tendencia al personalismo, a la independencia, a la separación, a la comodidad, a no reunirnos o hacerlo a cuentagotas, lo cual choca frontalmente con el modelo de Iglesia bíblico, que señala hacia la comunión, a darnos unos a otros, no por internet o de manera telemática, sino de forma personal y cercana. Las redes, herramientas y plataformas digitales han sido durante este tiempo de confinamientos y lo siguen siendo ahora, una bendición y una herramienta complementaria maravillosa, pero nunca sustitutiva para la comunión del Cuerpo de Cristo. Es en esa comunión, juntos, unidos, donde el Señor se manifiesta con poder, derrama bendición a Su pueblo y nos revela su voluntad, proyecto y estrategia para llevar adelante el propósito que ha establecido para su Iglesia. Es en la comunidad donde podemos encontrar esa guía espiritual, que nos ayuda a crecer espiritualmente y que nos pone en el lugar donde el Espíritu Santo hace Su obra en nosotros y por medio de nosotros. No dejemos que el enemigo nos engañe, la comunidad es esencial, es donde están los mentores que necesitamos para nuestro crecimiento y desarrollo como discípulos de Cristo.