25 de junio de 2021.
Da un paso adelante.
Lectura bíblica: Efesios 3.17-4.7
“De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la casa donde estaban reunidos. Se les aparecieron entonces unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.” (Hechos 2.2-4)
Cuantas veces en la iglesia decimos y escuchamos “no me puedes obligar; no puede ser algo impuesto; Dios me ha hecho libre y debo tomar mis decisiones en libertad; yo lo haré cuando me sienta preparado; mi vida es cuestión mía y de Dios, de nadie más; ¿y si me traiciona y cuenta lo que hablamos?; con esto ¡tantas veces se ha manipulado a la gente!; a mí me basta la Palabra; mi guía es solo Jesús, no necesito ningún hombre…” y así podíamos seguir con una larguísima lista de escusas y razones para no poner en marcha la disciplina espiritual de la guía espiritual en nuestras vidas. Y seguramente tengamos razón en cada una de estas cosas, ya que muchas veces, la figura del mentor o director espiritual se ha ejercido, malentendido o usado de muy mala manera en las congregaciones, provocando un rechazo y suspicacia total. Por otro lado, podemos unir a esto, la realidad de nuestra cultura, muy distante y alejada de la práctica de la rendición de cuentas. Normalmente los latinos (entendamos este concepto con amplitud), aunque abiertos, solemos desconfiar del otro y eso no ayuda a la puesta en marcha de una relación de mentoreo.
Todo esto son realidades con las que nos encontramos y que no podemos obviar, pero que por otra parte no debemos dejar que nos paralicen. Si nosotros queremos caminar y consolidar nuestro crecimiento espiritual, necesitamos guía espiritual, evidentemente primero del Señor, pero también de nuestra comunidad de fe y particularmente de un hermano o amigo del alma, que pueda sernos de ayuda en nuestro desarrollo espiritual. En nuestras iglesias, muy influenciadas por nuestra sociedad individualista y llena de prisas, hemos pensado que invertir tiempo en otro o con otro, no es de nuestra época, que es una pérdida de tiempo que no nos podemos permitir, y esto nos lleva muchas veces a una espiritualidad muy superficial, sin compromiso e inmadura. Necesitamos volver a establecer las prioridades conforme a los valores del reino de Dios, y una clave es entender la ley de la siembra y de la cosecha “No se dejen engañar: nadie puede burlarse de la justicia de Dios. Siempre se cosecha lo que se siembra.” (Gálatas 6.7) Nosotros nos quejamos de falta de fruto en nuestras vidas, pero ¿cuánto estamos sembrado?
Cuando nosotros vemos las vidas de los Padres de la Iglesia y de aquellos siervos de Dios a los cuales quisiéramos imitar, podremos comprobar que entendían la necesidad de una guía espiritual en sus vidas, y no solo de manera teórica, sino que lo practicaron en sus vidas. Agustín de Hipona afirmaba que nadie puede caminar sin un guía. San Basilio animaba a los creyentes a que buscaran a un hermano “que pueda servir como una guía segura en la obra de llevar una vida santa”. Es esa actitud de humildad, en la que se reconoce que necesitamos del otro, que nosotros solos no podemos, y que Dios nos ha creado para ayudarnos a edificarnos en amor, la que llevó a estos discípulos de Cristo a alcanzar cotas de relación con Dios y fruto en la extensión del Reino de Dios, que marcaron a fuego, no solo a su generación, sino siguen siendo de bendición a muchas generaciones de cristianos siglos después.
Podemos continuar citando a grandes cristianos que pusieron en práctica esta disciplina o podemos hacer una larga lista de versículos bíblicos, sobre la necesidad de buscar la guía espiritual en nuestras vidas. Pero en este día te queremos animar, retar, invitar a que des un paso adelante, y superando las dificultades, las razones para no hacerlo, los temores, mirando más allá de los peligros y de los malos usos, decidas comprometerte con La Comunitat, para que juntos, unánimes, busquemos la dirección de Dios y caminar con firmeza hacia el crecimiento y la consolidación espiritual, en comunidad. Solo cuando rompemos las barreras e invertimos en los demás, tanto sirviendo de guías como siendo guiados, es que el Señor puede obrar con poder por medio de Su Iglesia y por medio de ella en nuestra sociedad.
Mientras nosotros no decidamos cuán importante es vivir en Comunidad, de manera abierta, buscando la voluntad juntos, abriéndonos unos a otros, buscando esa guía espiritual, viviremos vidas tenues, que no son ni frías ni calientes y que finalmente están sin fruto, ni gozo. Pero si nosotros damos pasos hacia delante en nuestra entrega y consolidación de la comunión verdadera, dándonos al prójimo, abriendo nuestras vidas, mostrándonos vulnerables y dispuestos a aprender y a ser guiados, el Espíritu Santo traerá un tiempo fresco, renovado, pleno a nuestra Iglesia y a la Misión a la cual somos enviados.
“Además les digo que si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre que está en el cielo. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.” (Mateo 18.19-20) Pongámonos de acuerdo, clamemos al Dios y veamos lo que el Señor nos va a mostrar, seguro que seremos sorprendidos y bendecidos. ¿Te unes?