11 de mayo 2021.
Gozo en la comunidad.
Lectura bíblica: Filipenses 4:1-9
“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4)
La epístola de Pablo a los filipenses se ha llamado también la carta del gozo cristiano, está llena de fe, esperanza, amor, espíritu de lucha y victoria, pero sobre todo de gratitud. Es un escrito totalmente cristocéntrico, donde se evidencia que el gozo auténtico, es el que está profundamente enraizado en una relación real con Cristo, independientemente de las situaciones o circunstancias que se vivan, sean favorables o no. No olvidemos que es una de las cuatro cartas escritas por el apóstol estando en prisión.
La comunidad cristiana de Filipos fue la primera constituida en Europa, en el segundo viaje misionero de Pablo, y contaba con un buen grupo de líderes fieles y comprometidos. Entre ellos están dos mujeres, Evodia y Síntique, colaboradoras, luchadoras junto a Pablo, pero que, por circunstancias que no conocemos, su relación se había visto afectada y el conflicto había sido evidente (v2). Y es que, en la lucha y en el servicio al Señor, siempre surgen desavenencias y conflictos que nos alejan de ese gozo compartido que, como cristianos, necesitamos tener por la sola presencia de Cristo en nuestras vidas y formar parte de él.
La respuesta de Pablo es clara: “poneros de acuerdo en el Señor”, ¡solucionar los problemas que tenéis! Realmente él no toma partido por ninguna de ellas y le pide a su “fiel compañero” que las ayude en esa labor. Es entonces cuando hace una clara y contundente llamada de atención: “os he dicho, y lo volveré a decir” ¡Regocijaos en el Señor! (v4). Es un llamado a alegrarse, a encontrar el gozo en comunión, a reconocer que no hay nada que deba interponerse en la celebración de una comunidad cristiana con el llamado de la reconciliación.
Y es que la celebración auténtica tiene su razón de ser en la comunidad. No podemos entenderla en la soledad, en el individualismo, en el aislamiento. Uno se alegra y celebra con los demás, compartiendo la alegría y el gozo. Es por eso, que los problemas y las dificultades en las relaciones interpersonales, son siempre un tropiezo a la hora de poner en práctica esta disciplina, que es también espiritual, que nos afecta de manera integral, y que requiere siempre una intencionalidad propia y necesaria para ser vivida.
Pero, fijémonos bien, enseguida, tras ese llamado al gozo, Pablo explica algo fundamental, pone en evidencia que esa alegría, ese regocijo dará a conocer a los demás la bondad, el carácter cristiano, la evidencia de la presencia de Dios en las vidas (v5). Por ello, es en esa alegría conjunta, en ese gozo compartido, donde se manifiesta nuestra fe de manera coherente e íntegra, fuera de conflictos, mostrando nuestra decisión de amar y apartando rencores y amarguras, sabiendo que Él está a nuestro lado. Ese carácter, esa “bondad” es, por lo tanto, un auténtico testimonio de la transformación de vidas, es sal en esta tierra, es luz en la oscuridad, es el obrar de Cristo a través de su Iglesia. Por ese motivo, la celebración pasa a formar parte inherente de una comunidad que está en Misión, que extiende así una invitación a toda la humanidad a participar de ese gozo, que se alegra y vive a Cristo, que descansa en Él y le busca con gratitud plena, mientras el Reino avanza.
Entonces, la paz de Dios, aquella que no es la de este mundo (Juan 14:27), la incomprensible y que supera todo entendimiento, guardará nuestros corazones y mentes en Cristo. Es importante notar que el término utilizado para “guardar” es un término militar, lo que implica que esa paz será como un centinela guardando la tranquilidad de la ciudad. Se trata de una paz que surge del acto intencional de dirigir nuestros pensamientos en todo lo verdadero, digno, justo, puro, amable, honorable (v8). ¡Cuánto nos enseña estas palabras sobre la mente humana, sobre la necesidad de reconocer lo bueno y llenar la vida de lo positivo! Es una manera de contrarrestar los resentimientos, temores, frustraciones y volver la mirada al crecimiento y a la madurez integral del ser humano.
Pablo lo tiene claro, si tenemos a Cristo, aun estando en circunstancias complicadas, como él en prisión, la comunidad de creyentes ha de regocijarse en el Señor, ha de buscar esa unidad que nos ponga de acuerdo en Él, que permita superar todos los obstáculos en nuestras relaciones, que nos enfoque en la Verdad, y que nos lleve a poner en práctica su enseñanza mediante el servicio y la entrega, estando presentes, próximos, apasionados y proclamando que el Señor está cerca.
¿Qué nos impide entonces regocijarnos en el Señor? Insisto, ¿qué lo impide?
REFLEXIONEMOS: ¿Cuánto me alegra haber conocido la Gracia de Dios en mi vida? ¿Me gozo de servirle? ¿Celebro junto a la Comunitat que Él está presente en nuestras vidas y que nos ha enviado a ser agentes de reconciliación? ¿Me alegro de ver como crecen espiritualmente los creyentes con los que comparto vida y ministerio? ¿Les animo en la dificultad? ¿Intento en los conflictos ponerme de acuerdo con los demás en el Señor?
Paloma Ludeña Reyes