03 de mayo 2021.
La buena vida.
Lectura bíblica: Lucas 12:13-21
“Y les dijo: Estad atentos y guardaos de toda forma de avaricia; porque aun cuando alguien tenga abundancia, su vida no consiste en sus bienes” (Lucas 12:15)
Si preguntáramos a nuestro alrededor: ¿qué es la buena vida? Si te lo preguntas a ti mismo, ¿qué cosas enumerarías? Pensémoslo. ¿Qué consideramos que es vivir bien? Normalmente, la “buena vida” se relaciona con tener independencia, poder, riqueza, posición y autoridad. Sin embargo, tal y como hemos visto este tiempo, la “abundancia” de la que nos habla esta sociedad, no se relaciona en nada con la vida abundante que Dios nos ofrece (Juan 10:10). Por desgracia, algunos cristianos no entienden esta diferencia y asumen la prosperidad material como la manera de medir si Dios les está bendiciendo ¡Qué terribles ideas que dejan a las personas ante el dolor de la comparación y del convencimiento de que el Señor les ha abandonado!
Las personas necesitamos seguridad, y tendemos a buscarla en la acumulación de bienes materiales y en la incansable carrera de la aceptación personal y el reconocimiento. Sin ello, nos sentimos perdidos e indefensos, y cuando no logramos mantener un colchón económico, o desarrollar una vocación, o cumplir nuestros sueños de vida, nos frustramos y se echa sobre nosotros la ansiedad, y/o la depresión, y con ello, todas las alteraciones psicológicas que estas conllevan. Esto es una terrible realidad hoy en día, en tiempos de crisis, que nos están afectando a todos de una u otra manera, y muy especialmente a nuestros jóvenes, una generación bien formada, pero con futuros inciertos.
Pero ¿dónde está realmente el valor de la vida? ¿dónde reside lo bueno de vivir? De nuevo, de manera revolucionaria, Jesús nos trae una auténtica paradoja. El verdadero valor no está en dónde tendemos todos a buscar de manera casi programada, no está en el acúmulo de bienes materiales, en la búsqueda incansable de una estabilidad económica. Para ello, el Señor, tal y como nos relata el Evangelio de Lucas, nos enseña el valor de la vida a través de una parábola, narrada a un hombre insatisfecho, que se compara con su hermano, viéndose injustamente tratado en asuntos de herencia. En esta parábola, Jesús apartó el foco de la conversación desde los aspectos legales, a lo que verdaderamente importaba, la condición del corazón humano. Vemos así a un hombre que se puso manos a la obra para construir graneros mayores donde acumular su riqueza, pensando que de ese modo llegaría al descanso y tranquilidad soñada. Sin embargo, todo ese esfuerzo, todo ese tiempo dedicado, toda esa inversión no le sirvió de nada, pues estuvo proveyendo para un futuro que no pudo tener. Nuestro hombre se confundió a la hora de invertir su vida, y lo hizo en las cosas que no son eternas, acumulando tesoros en la tierra, donde “la polilla y el óxido destruyen y donde los ladrones se meten a robar” (Mateo 6.19). Luchó por una paz y un bienestar que no pudo encontrar.
Esto ocurre cuando perdemos la perspectiva de la eternidad, cuando nos enfocamos en lo efímero de la vida y nos olvidamos de lo trascendente. Nos ocurre cuando perdemos de vista la verdadera riqueza, la inversión en el Reino de Dios (Mateo 6:20), cuando, como este hombre de la parábola, nos centramos en nosotros mismos y como él enfocamos todo en primera persona, cegándonos a lo que verdaderamente el Señor nos quiere ofrecer, que supera inconmensurablemente a nuestras cortas expectativas.
La verdadera inversión, aquella que debe anhelar nuestra alma, nuestro ser, es la que descansa en el amor de Dios, en la confianza de que Él tiene el control y de que nos atrae para salvación de manera integral. Hacer tesoros para Dios es invertir en la integridad, en la misericordia, en el servicio, en escuchar, en consolar, en dar siempre, más que recibir, en evitar comparaciones, en mirar siempre hacia lo eterno. Se trata de ser administrador de lo que Él deposita en nuestras manos, conociendo nuestros corazones, y por tanto recibiendo de Él lo que es bueno para cada uno de nosotros, no lo que nosotros creemos merecer. Se trata de ser mayordomos, no poseedores, cayendo al final en la paradoja de ser poseído por aquello que creemos poseer. El amor al dinero, a las posesiones, es la raíz de todos los males (1 Timoteo 6:9-10).
Es por ello, que en nuestro caminar juntos hacia el crecimiento espiritual, queremos profundizar esta semana en lo que realmente es la “buena vida”, aquella que da el valor real al ser humano, en la que puede afianzar su seguridad sin temor a terremotos y tempestades, y en la que cada inversión tiene siempre una proyección eterna.
REFLEXIONEMOS:
¿Qué es lo que te da seguridad en esta vida? ¿En qué te estás esforzando realmente? ¿En qué estás invirtiendo tu vida? ¿Qué cosas te frustran? ¿Con quién te estás comparando? ¿A quién quieres realmente agradar? ¿Qué tipo de paz estás buscando? ¿la externa o la interna?
Mira tu corazón ante estas preguntas y no las enfoques solo en lo material, también en lo emocional y espiritual, en ti de manera integral: ¿Dónde estás haciendo tus tesoros?
Paloma Ludeña Reyes