25 de Febrero 2021
El pan nuestro de cada día.
Lectura bíblica: Lucas 9.10-17; 11.1-13
“Él les dijo: —Dadles vosotros de comer.” (Lucas 9:13)
Seguimos en los devocionales de esta semana caminando por los diferentes temas que trató Jesús en la oración modelo, a la que llamamos “Padre Nuestro”. En este día, y después de haber hablado del aspecto central de nuestro mundo: Dios, ahora Jesús nos enseña a ver las prioridades del ser humano y sus asuntos, que evidentemente tienen una importancia enorme para nosotros. “Danos cada día nuestro pan cotidiano” (Lucas 11.3) El Señor nos enseñó que cumplir la ley es amar a Dios y al prójimo, de manera conjunta, pero con el orden adecuado. Alguien dijo que el cristianismo es la religión más materialista del mundo, y es verdad, ya que la preocupación por lo celestial, por lo divino, siempre está unida, de forma inseparable, a la preocupación por lo material, por el ser humano. Puede que no vivamos sólo de pan, pero no podemos vivir sin el sustento que nos da.
Con esta petición Cristo nos enseña a depositar nuestra confianza en nuestro Padre. Es realmente una declaración de dependencia y esperanza en la provisión y el cuidado de Dios para nuestras vidas. Nos invita a dejar toda ansiedad en manos de Aquel que es el dueño de todo, quien tiene un plan perfecto y al cual ninguna de nuestras necesidades se le escapa (Lucas 12.22 y ss.)
Pero a la vez es también una declaración de responsabilidad de nuestra parte. Jesús nos enseña que debemos entender que esta petición no debe ser algo egoísta, centrada exclusivamente en mí y mis necesidades. No dice: “’dame mi’ pan diario”, sino que nos anima a que presentemos nuestras peticiones incluyendo a mi prójimo. Jesús dio de comer en varias ocasiones a los que tenía cerca, a multitudes a las que “humanamente” era imposible alimentar.
Él se preocupó porque aquellos que estaban cerca de él tuvieran lo suficiente para su diario vivir. Cuando yo oro por “el pan nuestro de cada día”, esto debería conllevar un compromiso con nuestra mayordomía en el cuidado de la tierra, que permita tener en cuenta nuestra responsabilidad con los procesos y el orden para crear, producir y distribuir los bienes y riquezas. El pan nuestro conlleva una responsabilidad en la búsqueda de una respuesta, para que dar solución a mi propia necesidad sea compatible con la inclusión de otros en la abundante provisión con que Dios suple de la tierra. Muchas veces estamos pidiendo bufet libre para mí, de lo que vamos a tirar más de la mitad, sin tener en cuenta que esto hará que otros se queden sin el alimento básico para sobrevivir.
Seguidamente a esta petición, Jesús nos enseña a buscar el perdón de Dios. Solo cuando nosotros pedimos, no solo por “mi” pan, sino por el “nuestro” y, por lo tanto, abrimos nuestros ojos al mundo y a la realidad de nuestro prójimo, tenemos un nuevo entendimiento de nuestra necesidad de perdón, que nos lleve a un compromiso a vivir de tal manera que seamos avergonzados al ver nuestras neveras llenas y nuestros estilos de vida derrochadores. Muchos de nosotros deberíamos confesar nuestro pecado por almacenar más riquezas de las que podríamos gastar en diez vidas, mientras no hacemos nada por los que tienen tan poco que en este día ni pueden comer un trozo de pan. Muchos de nosotros somos cristianos ricos en una era de hambre. Confesamos que al vivir tan cómoda e insensiblemente, estamos colaborando con los poderes crueles y egoístas de este mundo.
La oración modelo comienza con la realidad espiritual de Dios como la realidad más importante de nuestras vidas, pero continúa con lo práctico del pan nuestro y con la justicia social, que demanda que no estemos tan satisfechos con tener demasiado cuando hay otros que tienen tan poco. La justicia social y la espiritual deben ir juntas.
REFLEXIONEMOS:
¿En quién confío para suplir mis necesidades? ¿Vivo con ansiedad por lo que comeré o beberé o vivo confiado? ¿Cuándo oro, donde pongo la mirada, en mí o en nosotros? ¿Estoy siendo transformado en un buen administrador de la creación o en un siervo infiel? ¿Me intereso en la necesidad de los que me rodean? ¿Cómo soy instrumento para la Justicia Social? ¿Vivo como colaborador de los poderes crueles y egoístas de este mundo? ¿Cómo hago realidad mi amor hacia Dios y hacia mi prójimo?
Jorge Manuel Pérez Zúñiga