“SEMBRAR PARA EL ESPÍRITU”.

23 de abril 2021.

Una fe que obra.

Lectura bíblica: Santiago 2-3

Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta.” (Santiago 2.17)

Quiero comenzar este devocional copiando el versículo 20 del capítulo 2, en un par de versiones. La Nueva Traducción Viviente lo expresa así: “¡Qué tontería! ¿Acaso no te das cuenta de que la fe sin buenas acciones es inútil?”, La Nueva Versión Internacional dice: “¡Qué tonto eres! ¿Quieres convencerte de que la fe sin obras es estéril?” Puede ser que haya textos en la Palabra de Dios que puedan ser complicados de entender o de interpretar, pero creo que este mensaje que nos transmite el medio hermano de Jesús no tiene duda alguna: “¡¡si nuestra fe no obra está muerta, si no nos lleva a la acción no sirve para nada, si no tiene fruto no es eficaz!

Muchas veces nosotros nos queremos engañar, y es posible que lleguemos a dar el pego a los que están a nuestro lado, pero la Palabra de Dios dice que “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. (Gálatas 6:7) Si nuestra fe no está produciendo cambios en nuestra vida y no se trasluce en hechos reales, que nos hacen vivir conforme a los valores del Reino de Dios, denotará que nuestra fe es más bien superstición y por lo tanto recogeremos aire, espinos, abrojos y no frutos de bendición en nuestras vidas.

Evidentemente, y lo hemos tratado con profundidad durante estos meses que estamos reflexionando sobre las disciplinas y el crecimiento espiritual, nuestra salvación, el crecimiento y los frutos los produce el Espíritu Santo en nuestras vidas, pero también es igual de cierto, que esa obra del Señor en nuestra vida debe dejar traslucir cambios en nuestra forma de pensar, de vivir, en nuestras prioridades, metas y estrategias. Hemos mencionado en varias ocasiones que la obra que hace Dios en nuestras vidas, no nos exime de nuestra parte en ese proceso, que requiere de nuestra colaboración y compromiso con la restauración que Él está obrando “¿Tú crees que hay un solo Dios? ¡Magnífico! También los demonios lo creen, y tiemblan.” (Santiago 2.19)

Santiago menciona en su carta que cuando tenemos fe en Cristo Jesús, nuestra vida cambia ya que vivimos por esa fe, lo que trae fruto, buenas obras en nuestra vida, no como la razón de nuestra salvación, sino como la demostración de ella “Pues bien, muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré la fe por mis obras.” (Santiago 2.18) No es posible que nosotros seamos de Cristo, confesemos a Cristo como nuestro Señor y Salvador, y vivamos de igual manera que aquellos que no lo tienen en sus vidas, nuestras obras son inseparables de nuestra fe “Su fe y sus obras actuaban conjuntamente, y su fe llegó a la perfección por las obras que hizo” (Santiago 2.22)

Por lo tanto, somos llamados a perfeccionar nuestra vida por medio de las obras, y esto lo conseguiremos por medio de la entrega y la disciplina en nuestra vida. Sólo cuando nosotros interiorizamos, hacemos hábitos y practicamos las disciplinas espirituales (retiro, silencio, oración, meditación, servicio, sumisión…) somos capaces de vivir sin favoritismos, tratando a todos por igual y como superiores a nosotros mismos “pero si muestran algún favoritismo, pecan y son culpables, pues la misma ley los acusa de ser transgresores.” (Santiago 2.9), servir al que tiene necesidad “y uno de ustedes les dice: «Que les vaya bien; abríguense y coman hasta saciarse», pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso?” (Santiago 2.16), sujetar nuestra lengua “De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? Hermanos míos, ¿acaso puede dar aceitunas una higuera o higos una vid? Pues tampoco una fuente de agua salada puede dar agua dulce.” (Santiago 2.10-12)

No nos engañemos a nosotros mismos, en palabras de Santiago ¡no seamos tontos! ¿Quién es sabio y entendido entre ustedes? Que lo demuestre con su buena conducta, mediante obras hechas con la humildad que le da su sabiduría.” (Santiago 2.13) Si queremos ser sabios necesitamos disciplinarnos para ser transformados conforme a la imagen de Cristo Jesús.

REFLEXIONEMOS:

¿Cómo estamos viviendo nuestra vida de fe? ¿Acompañan las obras a nuestra fe? ¿Cuánto nos esforzamos en disciplinarnos para que nuestras buenas obras hablen de nuestra fe? ¿En qué invertimos nuestra vida? ¿Entendemos que nuestras obras hablan de nuestro Señor y de Su obra en nosotros, produciendo fruto de salvación en otros?