16 de julio de 2021.
Prioridad de las personas.
Lectura bíblica: Colosenses 4: 7-17
“La paz sea contigo. Los amigos te saludan. Saluda tú a los amigos, a cada uno por nombre”
(3ª Juan 15)
Cuantas veces en nuestra vida y ministerio nos vemos arrastrados por multitud de temas y circunstancias que ni teníamos planeados ni pensamos que nos iban a “robar” tanto tiempo. Esas urgencias toman prioridad en nuestras vidas, en nuestras agendas y en las decisiones que tomamos. El problema que tiene esto es, sobre todo, que nos aparta y desvía de lo que verdaderamente es importante y debe tener prioridad en nuestras vidas, día a día. Si analizamos nuestros quehaceres diarios, es posible que nos encontremos que aquello que ocupa gran parte de nuestra vida sea cosas ni importantes, ni urgentes y en muchas ocasiones “urgentes”, pero no importantes.
Una de las prioridades que suelen salir perjudicadas y solemos relegar en este torbellino de vida que llevamos, es las personas, la gente que nos rodea. En mi propia experiencia os confieso que esto me ocurre con frecuencia y es una constante lucha. Para ayudarme con esto siempre tengo un pequeño folleto siempre en un lugar visible encima de mi mesa, que se titula “oliendo a oveja”, de Guillermo Prein. Este librito me recuerda constantemente que en mi llamamiento como pastor mi misión es a estar con las ovejas, pastorear en medio de las relaciones. Pero a pesar de esto, ¿cuántas veces me descubro huyendo del cuerpo a cuerpo con las personas? Con muy buenas excusas, me doy cuenta de que relego mis tiempos con las personas, atrasando o anulando reuniones con aquellos que he quedado, todo por terminar una tarea, cumplir un trámite, rellenar un documento o terminar de escribir mi predicación. Siempre parece que surge una razón para no ver a un amigo, tener una conversación con alguien que lo necesita o pasar tiempo con una persona que desde hace tiempo espera. No sé si es tu caso, pero en diferentes ocasiones mi mujer me tiene que llamar la atención porque me pierdo en el móvil, viendo o leyendo “cosas importantes”, mientras tengo a amigos, hermanos o familiares sentados a mi mesa, que hace meses con los cuales no comparto vida, y a los cuales no estoy atendiendo. ¡Que terrible ladrón de relaciones es mi teléfono, y que fácil me es cambiar las prioridades en mi vida! Al final lo accesorio, lo no importante, se hace el dueño de mi mente, corazón, de mi tiempo y por lo tanto de mi vida.
Es muy llamativo que en las Escrituras encontremos un porcentaje enorme de relatos de vida, de las relaciones de Dios con las personas o de esas personas con otros. Muchos de los demás libros sagrados, de lo que tratan es de listas de normas, leyes, enseñanzas, pero alejadas de la vida de la gente. No es por tanto de extrañar que cuando Jesús señaló las prioridades de nuestra vida, Él habló de relaciones y no tan solo con Dios: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.” Mateo 22.38-40)
No fue solo lo que Jesús enseñó, sino que su vida reflejó la prioridad de poner a la gente en primer lugar. Cuando nosotros vemos el ministerio de Jesús en la Tierra, podemos ver que Él invirtió su tiempo en la gente. Su agenda era inmensa, su llamamiento único y básico, las exigencias que tuvo de atravesar tremendas, las peticiones y reclamaciones interminables, su entrega y sacrificio sin fin, pero Él priorizó siempre a las personas.
Entre otros podemos ver el ejemplo de Pablo. Al comienzo de este devocional te animamos a leer el capítulo 4 de la carta a los Colosenses, en el cual da gracias, bendice, exhorta… a aquellos con los cuales sirve, y los declara un regalo de Dios para él. Pablo, con un cuidado y cariño tremendos, nos deja ver su preciosa, profunda y comprometida relación con aquellos que le rodeaban, y el esfuerzo que hace por encomendarles a seguir teniendo relaciones fuertes y estables en el Señor. Es conmovedor ver a Pablo, un hombre tan fuerte, que ha pasado por tantas cosas y dificultades, hablar con tanto cariño y confianza a sus amigos, hermanos y compañeros de ministerio. Pablo estando en la cárcel no olvida lo que es importante, y las relaciones lo son. Él no pone de barrera o excusa que está preso, o que tiene dificultades, penalidades, escasez… para no elegir a las personas, apartarse o dedicarse a hacer su ministerio parapetado tras una mesa.
El discípulo amado escribía: “Si alguien dice: «Yo amo a Dios» y odia a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto.” (1ª Juan 4.20) Amar a nuestro hermano es darle tiempo, estar con él en sus necesidades, reír y llorar con él, servirle en sus necesidades, “estimad humildemente a los demás como superiores a vosotros mismos” (Filipenses 2.3). Si nosotros queremos consolidar y afianzar lo aprendido durante estos meses, para seguir caminando hacia el crecimiento espiritual, necesitamos priorizar a las personas, estemos en la situación que estemos ¡Elijamos a las personas, la crisis no es excusa para no hacerlo! Y recordemos lo que nos decía Cristo: “Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos.” (Juan 15.13)
REFLEXIONEMOS:
¿Qué estamos priorizando en nuestras vidas? ¿Le doy la importancia que tienen las vidas que Dios ha creado? ¿Qué tiempo dedico a mi prójimo? ¿¿Cualquier cosa me despista de disfrutar con los que me rodean? ¿Necesito abandonar algo para priorizar mis relaciones con las personas?