17 de junio de 2021.
¿Melocotón o naranja?
“Con tus buenas obras, dales tú mismo ejemplo en todo. Cuando enseñes, hazlo con integridad y seriedad, 8 y con un mensaje sano e intachable. Así se avergonzará cualquiera que se oponga, pues no podrá decir nada malo de nosotros.” (Tito 2:7-8)
A lo largo de la semana, en los devocionales, hemos visto muchas definiciones sobre la integridad que nos hacen reflexionar sobre las implicaciones que ella tiene para nuestra vida cristiana. Rescatando alguna definición destacaría la cita de Kierkegaard “un corazón que desea una sola cosa”. En la misma línea, el diseño de Dios en la creación también nos invita a pensar sobre la integridad, en este caso tomaremos como ejemplo dos frutos: el melocotón y la naranja.
La naranja o mandarina y el melocotón, a rasgos generales podríamos decir que son frutos parecidos, ambos tienen un tamaño similar, una forma aproximadamente redondeada y color anaranjado, aunque hay muchos matices externos que los diferencian. Sin embargo una vez peladas, las diferencias en su interior son mucho más evidentes. La naranja está formada por unos compartimentos (gajos) que permiten separarlos en porciones y comerlos. No así el melocotón. Éste no tiene compartimentos (gajos), es toda una pieza de carne que se envuelve y adhiere a su semilla (hueso), de manera que cuesta dejar limpio el hueso (según variedades).
De manera natural y sin quererlo, la influencia de nuestra sociedad nos impulsa a compartimentar nuestra vida: el colegio, el instituto, la universidad, el trabajo, la familia, los amigos, la iglesia, mi vida, etc. Y no hay problema en tener clara cada una de estas áreas para ser intencionales en cada una de ellas, según las necesidades. El problema radica en el momento que se convierten en gajos, compartimentos estancos, separados unos de otros que propician que nos comportemos de manera diferente según la circunstancia.
Como cristianos, habiendo conocido la salvación en Jesús, nuestra vida pasa a ser un todo, Jesús se convierte en el todo “Aquel que todo lo llena en todo” Efesios 1:23. Jesús es el hueso al cual se adhiere nuestra vida, alimentando todo nuestro ser y derribando todos los compartimentos que nos llevan a querer agradar a otros dioses “ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro…” Mateo 6:24
En la Biblia tenemos ejemplos de integridad como Daniel (cap. 1) que decidió abstenerse de comer la comida del rey, José (Gn. 39) que ante la provocación de la mujer de su jefe, en lo secreto, huyó, escapó y su integridad tuvo un caro precio, ir a la cárcel. La prueba de fuego de la integridad se da en lo oculto, cuando revolotean en nuestra mente los pensamientos “nadie me ve” o “lo hace todo el mundo”. Puede ser una chuletilla en un examen que me puede ayudar a aprobar; no pagar el IVA para ahorrar un dinero; piratear música, películas, etc. porque todo el mundo lo hace; decir alguna mentirijilla “piadosa” o “blanca” para obtener algún beneficio. Son pequeños detalles que pasamos inadvertidos, pero no las personas no creyentes que nos rodean. Hay muchos más aspectos en los que ser íntegros y algunos de gran calado en la sociedad. En los estudios y devocionales hemos escuchado y leído muchos aspectos en los que ser íntegros en nuestra vida, pensamientos, palabras, etc.
La integridad no se trata de diezmar el comino (Mateo 23:23), todos estamos en un proceso de santificación que obra el Espíritu Santo en nuestras vidas, como vimos el miércoles 9 de junio en el estudio “una comunidad cristiana no es una confraternidad de santos, somos una confraternidad de pecadores”. No somos perfectos, el Señor mismo a través de Su Palabra traerá luz a nuestras vidas para ir derribando compartimentos y asemejarnos más a Él en integridad y poder poner en práctica la comisión que Tito le hizo a Timoteo en el texto de cabecera “Cuando enseñes, hazlo con integridad y seriedad” así no podrán acusarnos de incongruencia en nuestra vida.
Así que, confiemos en “…Aquel que todo lo llena en todo” Efesios 1:23, “…para que Dios sea todo en todos.” 1ª Corintios 15:28, y nos guíe en el camino de la integridad en nuestras vidas.
REFLEXIONEMOS:
¿Qué aspecto de mi vida tengo que rendir a Dios?, ¿estudios, trabajo, familia, amistades, relaciones, iglesia, sueños, motivaciones, estilos de vida…?
Ester Tormo