04 de junio 2021.
La falta de perdón.
Lectura bíblica: Mateo 18: 23-35
“Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano.” (Mateo 18:35)
Todos conocemos que perdonar es una acción difícil de realizar, pero si practicamos el perdón nos va a liberar de muchas cargas que llevamos, nos va a permitir caminar más livianos y nos va a ayudar a dejar rencores, deseos de amargura y emociones negativas.
Es bueno saber que perdonar no es olvidar, minimizar o justificar el daño. Tampoco se trata de reconciliarse con el agresor. Podemos perdonar a alguien que nos hizo daño, y decidir alejarnos de esa persona, estableciendo límites claros que nos protejan de volver a ser lastimados.
El Perdón es uno de los temas principales de la Biblia. Desde Adán y Eva en Génesis y a través de las Escrituras vemos a muchas personas que pecaron y cometieron errores. Dios los perdonó y los restauró.
Leemos en la Biblia el cómo perdonar a los demás en Mateo 18: 21-22. Pedro se acerco a Jesús y le pregunto: Señor, ¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que ofende contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aún hasta setenta veces siete.
¿Qué intentó Jesús enseñarle a Pedro?
Los maestros judíos en el Talmud enseñaban que se podía perdonar las ofensas tres veces. Pedro probablemente pensó que su espíritu perdonador superaba ampliamente a lo que exigían los rabinos judíos. Pero Jesús le dijo “setenta veces siete”. Es decir ¡490! Veces ¿Qué quería decir? Que debía de perdonar siempre. Jesús quería enseñar a Pedro que debía de ser permanente en su perdón hacia los demás y que no había que llevar la cuenta de las ofensas que le hacían.
Dios perdona nuestras culpas si realmente nos arrepentimos y su perdón cobra sentido si nosotros también perdonamos a quien nos ha hecho un daño. Está explicado muy bien en la parábola del siervo despiadado Mateo 18: 23-35.
Jesús dijo que “el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos”. Uno de los siervos debía al rey diez mil talentos y no podía pagar. Para recuperar su deuda el rey ordeno vender al siervo, a su mujer e hijos y todo lo que poseía. Entonces el siervo suplico paciencia y le pagaría todo. El señor de aquel siervo tuvo misericordia, le perdono la deuda y lo soltó. Pero este siervo se encontró con otro consiervo que le debía cien denarios y le exigió casi ahogándole que le pagase la deuda. Qué triste este siervo malvado que no fue capaz de perdonar una deuda de poco monto, cuando el no hubiese podido pagar su deuda trabajando toda su vida.
El propósito de esta parábola es que debemos perdonar las ofensas que nos hacen porque Dios nos perdono mucho más. Jesucristo pagó un alto precio con su sangre en la Cruz para perdonarnos y regalarnos la vida eterna. Ahora, si nosotros fuimos perdonados por Dios no perdonaremos, nos pasará como al siervo que se nos quitará el perdón.
Recordemos que hay tres anclas que nos amarran a este mundo, que no nos dejan avanzar y navegar:
1.- El odio y el rencor
2.- Situaciones negativas del pasado que nos dominan
3.- El amar las cosas de este mundo caído, de este mundo contaminado, influido por Satanás.
“Cortemos las amarras y permitamos que nuestra vida siga avanzando”
Examinemos nuestra vida para ver si realmente hemos perdonado a los que me ofendieron o guardamos aún amargura, enojo o rencor por ello. Ahora es un buen momento para perdonar.
Roberto Valero Crespo