EL PERDON.

03 de junio 2021.

La decisión del perdón.

Lectura bíblica: 1ª Samuel 26

Sin embargo, así como hoy valoré la vida de usted, quiera el Señor valorar mi propia vida y librarme de toda angustia.  …. Luego David siguió su camino, y Saúl regresó a su palacio.”

(1º Samuel 26:24–25)

En nuestro devocional de ayer decíamos que necesitamos perdonar de manera total e incondicional. Uno de los textos en los que nos apoyábamos era parte de lo que llamamos “el Padre Nuestro”, el cual dice: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Lucas 11.4), pero cuando citamos y hablamos de este perdón y recitamos esta parte de la oración modelo, pudiera dar la impresión de que esto del perdón fuese “coser y cantar”. Es posible que algunos de los que leísteis ayer y los días pasados el devocional, pensaseis que lo que queríamos transmitir es que el perdón fuera un asunto simple o baladí, pero nada más lejos de nuestra intención. Aunque como decíamos ayer, el perdón es central en nuestra fe, entendemos que, sin embargo, cuando tratamos con la realidad de ponerlo en marcha, llevarlo a la realidad y ver los aspectos prácticos de ofrecer y recibir perdón en nuestra vida, en nuestras relaciones, aun en nuestras comunidades cristianas, se convierte en un asunto complicado y difícil.

La realidad es que cuando me toca a mí llevar adelante lo que “predico” o poner en práctica la teoría, veo que mis sentimientos y acciones se oponen y no quieren obedecer a mi teología y mis convicciones. En muchas ocasiones, aunque sabemos que tenemos que perdonar, lo intentamos con todas nuestras fuerzas, repasamos cada paso que aprendemos y es posible que hasta verbalicemos ese perdón, la realidad es que nuestro corazón sigue emitiendo rugidos y nuestra mente se sigue llenado de odio, resentimiento y dolor cada vez que vemos a esa persona “perdonada”. No queremos rebajar el gran reto y desafío que conlleva perdonar, ni la sabiduría y el tacto que son necesarios para que podamos vivir en un verdadero perdón en nuestras relaciones, especialmente cuando estas han sido gravemente golpeadas, pero, por otra parte, como también insistíamos los días anteriores, queremos animarnos a asumir el reto y dar pasos claros para hacer evidente en nuestra vida una de las más claras marcas del creyente maduro, que es la capacidad de perdonar apropiada y completamente.

Evidentemente estas reflexiones procuran ser un tiempo devocional, no un taller o estudio práctico (que por otra parte tenemos todos los miércoles), con estos los que pretendemos enfocar nuestra mirada a la Palabra de Dios y estimularnos a ponernos en la presencia del Espíritu Santo, que es quien hace la obra de transformación en nuestras vidas. Por eso en este día te invitamos a que leas el capítulo 26 del primer libro de Samuel. Aquí encontramos una de las historias más conmovedoras y profundas de la relación entre el rey Saúl y el que sería su sucesor, el gran Rey David, en este momento un prófugo por la envidia de Saúl. Esta inquina se volvió odio asesino y repetidamente procuró terminar con la vida de aquel joven que tantas veces calmó el colérico espíritu del primer rey de Israel. Saúl empleó todos los recursos y su poder para intentar capturar y matar a David, pero este siguió perdonando a Saúl y cuando se le presentó la oportunidad, no la usó para matarlo. Igualmente podríamos ver el mismo ejemplo en Esaú con su hermano Jacob, en José con sus hermanos que le vendieron como esclavo, o con el Padre amoroso cuando regresó el hijo pródigo.

Cada uno de estos ejemplos nos enseña que la decisión de perdonar nace del corazón, que seguramente en cada uno de los ejemplos que hemos citado no fue fácil tomar esa decisión, y si no lo crees así, sólo tienes que leer los salmos imprecatorios (35, 58, 59, 69, 109) escritos por David, donde destila dolor, amargura, ira… por el sufrimiento que le infringían sus enemigos y muchas veces sus propios familiares (Saúl, Absalón…) , pero aunque estos sentimientos llenaban la mente de David, él consiguió ponerlos delante del Señor para que Dios dijera de él: “He encontrado en David, hijo de Isaí, un hombre conforme a mi corazón; él realizará todo lo que yo quiero.” (Hechos 13:22)

No, no es fácil, ni seguramente gratuito el proceso del perdón, tendremos que dejar y perder muchas cosas por el camino, pero mucho más doloroso y costoso es seguir agarrados al rencor y la culpa, si no tomamos la decisión de comenzar este camino liberador al cual el Evangelio nos anima a ir. “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4.32)