LA CONTRADICCIÓN
«Si alguien dice: “yo amo a Dios”, pero aborrece a su hermano, es un mentiroso. Porque el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto. Y este mandamiento tenemos de Él: que el que ama a Dios, ame también a su hermano» (1 Juan 4:20-21).
Estoy en una contradicción.
Me encantaría poder decir que no, pero es mucho más fácil proclamar una lealtad verbal a un Dios que no puedo ver que vivir en amor sacrificial con las personas que veo todos los días.
Siempre que leo este pasaje, soy golpeado por la fuerza del lenguaje. Juan usa: aborrece y mentiroso, palabras fuertes. No quiero pensar que aborrezco a alguien y sin duda no me siento cómodo al ser identificado como un mentiroso por el Dios del universo.
No obstante, sé que la Biblia es la diagnosticadora más precisa del mundo, por lo que tengo que aceptar que soy un aborrecedor y un mentiroso. ¡También sé que la Biblia provee la cura más eficaz del mundo, por lo que hay esperanza!
¿Cuál es la cura? Este verso nos apunta a una dirección muy importante, pero podría no ser la dirección en la que primero pensaste. Cuando lees: «Si alguien dice: “yo amo a Dios”, pero aborrece a su hermano, es un mentiroso», tiene sentido pensar que necesitas amar más a tu hermano. Sin embargo, ese no es el problema principal.
El problema está entre el amor al yo y el amor a Dios. Nuestro problema de amor no está en el segundo gran mandamiento; está en el primero. La razón por la que no amo a las personas que tengo en mi vida de la manera que debo es porque no amo a Dios de la manera que declaro amarlo. Nuestro problema es vertical antes de ser horizontal.
El rey David comunica esto en uno de los versos más claros de la Biblia: «Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos» (Sal 51:4). ¡Parece ser una declaración absurda! Sin duda, David pecó contra Betsabé y Urías, pero él no confiesa eso.
Ahora, debes entender lo que David está diciendo. No puedes usar este verso fuera de su contexto para justificar la no disposición a confesar y arrepentirte con tus hermanos y hermanas a quienes les has hecho daño. Lo que David está diciendo es que la única esperanza para un cambio perdurable tiene lugar en Dios.
Si quieres vivir y amar de la manera en que Dios te ha llamado, debes pelear la guerra del amor que se libra verticalmente antes de que encuentres alguna victoria horizontalmente.
Clama al Señor por ayuda; Él no te dará la espalda: «Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás» (Sal 51:17).
ORA INTENCIONALMENTE
Misericordioso Padre, estoy en una contradicción. Deseo no luchar como el apóstol Pablo en Romanos 7, pero lo hago. Celebro un Evangelio de paz, pero mis relaciones a menudo están marcadas por el conflicto. Celebro una teología de gracia, pero a menudo retengo la gracia para quienes están más cerca de mí. Pero mi ofensa más grande es contra ti. Celebro tu poder, pero mi corazón a menudo lucha por el control. Como David, confieso mi pecado contra ti, que a su vez afecta todas mis relaciones. Amén.
APLICA PRÁCTICAMENTE
- ¿Dónde encuentras las contradicciones más grandes entre tu teología y tu vida diaria?
- ¿Qué pasos puedes dar para aumentar tu amor por Dios y disminuir tu amor al yo?