HACIA LA PLENITUD DEL ESPÍRITU XXVI

DÍAS DE DOLOR Y TRAICIÓN.

Leer capítulo 26 de Mateo

Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron” Mateo 26: 56

En el capítulo 25 del Evangelio de Mateo, dejamos a Jesús enseñando a sus discípulos en el Monte de los Olivos sobre como debían de vivir en espera del final, un discurso que concluye ahora anunciando su propio final (v1). Por cuarta vez les dice que será entregado y condenado a muerte (v2), ahora, su crucifixión es una realidad inminente.

Entramos así en el relato de la Pasión, que los cuatro Evangelios describen cuidadosamente, de forma detallada y desde distintas perspectivas, lo que nos permite observar un cuadro completo de lo que ocurrió en estas últimas horas de la vida de Jesús en la Tierra, quizás uno de los relatos más significativos e importantes para la vida del creyente y para la Iglesia de Cristo.

Este capítulo nos muestra textos claves del Evangelio, de gran peso, cada uno de ellos digno de profundizar e interiorizar, desarrollados en los días previos a la crucifixión. Comienza con el complot de los sacerdotes, escribas y ancianos para apresar a Jesús con engaños (v4). Después, Mateo incluye la unción de María de Betania (al igual que Marcos), aunque cronológicamente este suceso parece que ocurrió el día anterior a la entrada triunfal en Jerusalén, tal y como lo indica Juan (Juan 12:1-11). Posteriormente, y en claro contraste, tenemos la traición de Judas. Continúan así los acontecimientos que marcan el camino a la cruz: la preparación de la Pascua y la última cena, el arresto de Jesús, los juicios ante las autoridades judías y la negación de Pedro. Exceptuando la unción de María, todo ocurre entre el martes y viernes día de la crucifixión.

Es interesante ver que en este capítulo todos los sucesos tienen que ver con el pueblo judío, observándose sus reacciones ante los acontecimientos que se iban a desarrollar. Por una parte, tenemos a las autoridades religiosas, que eran incapaces de reconocer que tenían delante al Mesías esperado, y que temían que ese Jesús alterara su influencia y poder. Tenían las Escrituras, pero carecían de discernimiento, pues andaban muy alejados del Dios al que decían adorar. Se les presentaba una situación complicada pues era la Pascua, y Jerusalén estaba llena de gente (el historiador Josefo estima que habría entre dos y medio y tres millones de personas). Ellos no tenían intención de arrestar a Jesús durante esta celebración, para no generar alboroto. Pero los planes de Dios eran otros, y en esta Pascua, iba a ocurrir algo glorioso.

Por otra parte, vemos a un pueblo que fue capaz de honrar y aclamar a Jesús como Mesías, como Rey, cuando entró ese mismo domingo a Jerusalén, pero que cambiaron las ramas, mantos y palmas por espadas y palos (v47), y callaron sus gritos de ¡Hosanna! para exclamar ¡Crucifícale!

Pero quizás, lo más significativo es lo que ocurre con sus seguidores, con sus discípulos. Podemos observar cómo Jesús les enseñó con claridad en esa última cena lo que iba a ocurrir (v20-30), anunció la traición, anunció su muerte, pero se encargó también de anunciar que se trataba de una derrota aparente, y proclamó la Victoria del mayor acontecimiento del obrar de Dios a través del poder de su Resurrección (v29 y 32). Fue una auténtica parábola de acción, cuya enseñanza rememoramos hoy su Iglesia, proclamando así la esperanza de salvación y el cumplimiento del Nuevo Pacto (1 Corintios 11.24-26).

Sin embargo, ¿cuál fue la respuesta de este grupo tan cercano a los que Jesús enseñó, cuidó y formó especialmente compartiendo tanta vida?

Destacamos primero a Judas, muy cercano a Jesús, su amigo (v50), el tesorero del grupo, que había decidido entregarle por el precio de un esclavo, 30 piezas de plata (Éxodo 21:32), quizás por decepción, por orgullo, por querer acelerar los acontecimientos… no sabremos, pero hipócritamente se sentó a cenar con Él, y posiblemente dejó que le lavara los pies. Traicionó al Señor y lo entregó con una señal muy afectuosa, con un beso.

Para los demás discípulos este tiempo también fue muy confuso, fueron capaces de declarar que seguirían a Jesús hasta la muerte (V35), y, sin embargo, en esa última cena disputaban sobre quién de ellos iba a ser el mayor en el Reino (Lucas 22:24), y tras el arresto le dejaron y huyeron (v56). Vemos también como Pedro, el emblemático discípulo que reconoció abiertamente que Jesús era el Cristo, y que manifestó confiadamente que nunca le negaría cuando Jesús lo predijo, terminó llorando amargamente cuando se vio sorprendido por el canto del gallo tras traicionarle (v75). Y no podemos dejar de reflexionar sobre aquellos discípulos, a los que Jesús dedicó tiempo especial, los que le vieron en la transfiguración (Mateo 17:1-2), y los que llevó consigo a Getsemaní esperando que les acompañara en esos terribles momentos de angustia y dolor profundo, como fueron incapaces de mantenerse despiertos (v36-46).

Todas estas actitudes de traición, dolor y confusión contrastan con la adoración genuina de María de Betania, aquella que prefirió sentarse a los pies de Jesús para escuchar sus enseñanzas (Lucas 10:39), aquella que gastó su más preciado valor, aquel perfume que costaba lo mismo que el salario de un año, para derramarlo sobre el Señor, y, de nuevo a sus pies, enjugarlos con sus cabellos (Juan 12:3). Aquel gesto que generó críticas entre sus discípulos y especialmente de Judas, Jesús lo reconoció como la unción para su sepultura. Realmente María había escogido de nuevo la buena parte, la que no le será quitada (Lucas 10:41)

Preguntas para la reflexión:

1.- ¿Cuál es nuestra actitud ante Jesús? ¿Cómo está nuestro corazón? ¿Con cuál de los distintos personajes podemos identificarnos en estos momentos de nuestra vida? ¿Con cuál de sus discípulos?

2.- ¿Cuán sólida es nuestra fe? ¿Tenemos firmeza para resistir la prueba? ¿Cuántas veces hemos huido, callado o dado la espalda cuando era necesario que el Evangelio fuera proclamado, no solo con nuestra boca, también con nuestra vida?

3.- ¿Cuál debería ser nuestra respuesta ante la marginalidad a la que los cristianos nos vemos sometidos frecuentemente en nuestro diario vivir?

4.- ¿Cuántas veces hemos confundido nuestro cristianismo y nos hacemos falsas expectativas de lo que significa seguir a Jesús?

Paloma Ludeña Reyes.