LA ADORACIÓN DE LOS MAGOS
Mateo 2:1-3, 9:11
Aunque parezca un pasaje sencillo y de cuento podemos aprender mucho con él. Quizás nos llame más la atención la parte mágica del relato que sin duda es interesante, pero nos vamos a centrar en la parte práctica con lecciones para nuestro día a día.
En primer lugar podemos ver cómo Dios no solo se centra en su pueblo al que había advertido con profecías que Jesús nacería, sino que también había mandado señales a gentes de otros lugares de la llegada del Mesías. Los magos, astrónomos de oriente, sabían de su nacimiento y se dieron prisa por llegar al lugar y conocerlo. Ellos no encontraron a Jesús por casualidad, su viaje fue intencional y dirigido de forma sobrenatural por lo que ellos llamaban “estrella”.
Desde su salida tuvieron claro el propósito de su visita y llevaron los regalos adecuados:
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Oro. Es el metal de los reyes. Con este presente lo reconocían como soberano y con potestad de gobernar sus vidas. Nos recuerda que Jesús es el Rey de reyes y el Señor de señores que un día se humilló haciéndose semejante a los hombres (Fil.2)
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Incienso. El incienso siempre se utilizaba en los templos como símbolo de adoración a Dios. Estos hombres sabios reconocieron en Jesús a nuestro Gran Sumo Sacerdote quien era sin pecado, y le dieron esta ofrenda de adoración.
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Mirra. El último regalo fue la mirra. Curiosamente Nicodemo llevó mirra para tratar el cuerpo de Jesús antes de la sepultura después de que fuese crucificado. Podemos ver un presagio de los padecimientos que, como Redentor de la humanidad, iba a padecer.
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¿Estamos atentos a las señales de los tiempos como estuvieron los magos de oriente? ¿Soy lo suficientemente sabio como para buscar a Jesús?
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¿Nos inclinamos en humilde sumisión reconociendo a Jesús como Señor Soberano? ¿Mi adoración es genuina?
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¿Le doy suficiente importancia al sacrificio que Cristo hizo por mí al morir en la cruz?
MªEugenia Utor · Dénia