LA BUENA VIDA.

04 de mayo 2021.

En las “pequeñas” cosas.

      1. Lectura bíblica: Lucas 12:22-34

      2. “Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan ni hilan; pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de estos” (Lucas 12:27)

En el devocional de ayer nos quedamos preguntándonos acerca de qué es verdaderamente la “buena vida”, en qué estamos invirtiendo o en dónde estamos haciendo nuestros tesoros, pues allí es donde está realmente nuestro corazón (Lucas 12:34). Continuando hoy con el mismo texto de Lucas, vemos como ahora Jesús, enfocándose en sus discípulos, pone en evidencia el gran contraste que hay entre vivir en el afán y la ansiedad, y vivir buscando el reino del cuál Él quiere hacernos partícipes.

La enseñanza de Jesús es clara: no hay nada como descansar en la soberanía de Dios, teniendo en cuenta que se trata de una lógica muy diferente a la de este mundo, pues implica dejar de confiar en nuestras propias capacidades, actitudes, logros, posesiones y posiciones, para confiar en la incomparable Gracia de Dios. Es cierto que va contra nuestra naturaleza caída el soltar las riendas y dejar que el Señor sea el que conduzca nuestra vida, pero no olvidemos que no hay nada que podamos hacer que esté fuera de su control. Nuestro crecimiento, madurez, desarrollo, descansa en las bendiciones que el Señor derrama en nosotros. Pero para ello tenemos que permitírselo, y cuando nos enfocamos en hacerlo con nuestras fuerzas, cuando nos afanamos, cuando la ansiedad por atribuirnos la gloria nos asalta, obstaculizamos su obrar en nuestras vidas. Y es que tendemos a esforzarnos en conseguir provisión material, y también emocional, ya que buscamos incansablemente una posición que nos señale ante los demás, que nos haga sentir aceptados por otros, e incluso también que nos haga merecedores de la aceptación de Dios. Y, que absurdo es esto, pues su amor hacia nosotros es incondicional, y no depende nunca de lo que nosotros hagamos. Él siempre nos va a buscar para atraernos hacia Él, de nosotros depende salir de nuestro escondite camuflados en nuestros logros personales, y dejar que sea Él quien deposite su tesoro en nosotros, que como vasos sencillos de barro evidenciarán la gloria que sólo le pertenece a Dios (2 Corintios 4:7).

Es por ello por lo que el Señor nos invita a depositar toda nuestra confianza en Él, pues se ocupa de las grandes cosas, pero de la misma manera de las pequeñas. Podemos admirarle a través de su Creación cuando nos deleitamos en la belleza de un crepúsculo, o en las cumbres imponentes de las montañas más elevadas, así como cuando percibimos el olor del rocío o escuchamos el sonido de los pájaros al amanecer. Él se revela en la increíble diversidad de seres vivientes, creados con una riqueza tal que nos asombra, y nos permite admirar la belleza con la que se visten los lirios del campo, que en su tremenda sencillez nos hablan del cuidado, delicadeza y pasión de un Dios que se preocupa tanto del color de los pétalos de una flor, como de la extensión de las galaxias en el Universo. ¿Cómo entonces no se va a ocupar de nosotros? ¿Acaso va a ignorar al ser creado a su imagen? ¿Acaso va a abandonarnos cuando ha decidido darnos el reino? (v32).

Pero la injusticia en este mundo es una realidad, y podemos ver como a nuestro alrededor la humanidad gime con el dolor de la desigualdad, como millones de personas hoy en día viven en la más absoluta pobreza, como niños nacen condenados a morir de inanición, como el abuso, la violación, la trata y la esclavitud crecen cada día más, como nuestra manera de vivir ha hecho de esta tierra un lugar de oscuridad y de destrucción, donde los equilibrios se rompen y el planeta se duele. Los pueblos del mundo en su búsqueda ansiosa de una “buena vida”, confundida e ilógica, se han olvidado de que, el que verdaderamente sabe lo que necesitamos es Dios, y que en nuestro peregrinaje en esta tierra nos dará, si se lo permitimos, aquello que nos ayudará a cumplir el propósito con el que hemos sido creados, aunque no sea lo que nosotros esperamos.

Es entonces cuando como cristianos marcamos la diferencia, cuando nuestra búsqueda deja de centrarse en nosotros y decidimos buscar su reino, y eso implica asumir unos valores muy diferentes a lo que este mundo proclama, implica levantar lo necio, lo que no se considera importante, lo pequeño, lo que es insignificante para muchos, pero muy valioso para Dios. Es entonces cuando caminamos ensuciándonos las manos, sanando heridas, lavando pies, abrazando el desconsuelo, acompañando en la soledad al anciano, abriendo nuestro corazón al extranjero, cuidando del marginado, del olvidado, del que es invisible en esta sociedad. Es entonces cuando buscando su reino somos sus manos y sus pies, extendiéndonos para sostener, para acariciar, para amar, para llenar de esperanza, de color, de luz, de vida las miradas de tantas y tantas personas cuya dignidad les ha sido quitada. Esa es la auténtica “buena vida”, el verdadero tesoro, el de los cielos, el que no se agota, donde no se acerca el ladrón ni la polilla destruye (v33). Ese es el lugar que ha de ocupar nuestro corazón, en las cosas pequeñas, aquellas que este mundo no da importancia, pero que para Dios ni Salomón en toda su gloria se viste así.

REFLEXIONEMOS:

¿Dónde estás depositando tu confianza? ¿vives con afán y/o ansiedad? ¿Confías en que el Señor sabe realmente lo que necesitas mucho mejor que tú? ¿Qué te impide descansar en su soberanía?

¿Qué atención dedicas a las pequeñas cosas, a los gestos de amor y cariño hacia las personas que te rodean? ¿Cómo el gozo de tu corazón traspasa las vidas de aquellos con los que compartes vida cada día?

Paloma Ludeña Reyes