EL LLAMADO
«Amados, amémonos unos a otros […]» (1 Juan 4:7).
Este es el llamado ineludible de Dios a todos sus hijos.
Podrías no ser llamado a ser pastor o líder de un ministerio en la iglesia de Dios, pero has sido llamado a amar. Podrías no ser llamado a ser anciano, diácono o misionero, pero has sido llamado a amar. Si dices ser hijo de Dios, has sido llamado a amar.
Juan construye con lógica este argumento en el capítulo previo. Él escribe: «Miren cuán gran amor nos ha otorgado el Padre: que seamos llamados hijos de Dios […]» (3:1). Gracias al amor de Dios, dado a nosotros gratuitamente, hemos sido llamados hijos de Dios. ¡Qué magnífico regalo!
El regalo de la amorosa adopción es dado gratuitamente, pero no está libre de responsabilidad. Has sido llamado a practicar la justicia: «Hijitos, que nadie los engañe. El que practica la justicia es justo, así como Él es justo» (3:7).
Inmediatamente, Juan relaciona la justicia con el amor: «En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no practica la justicia, no es de Dios; tampoco aquel que no ama a su hermano» (3:10).
No puedes decir que estás comprometido seriamente en tu relación con Dios si no estás comprometido a amar a otros. Ambos están irremediablemente unidos. Si has sido hecho hijo de Dios, ahora eres llamado a una vida definida por tu amor a otros.
Quizás debí haber titulado este primer devocional «El llamado imposible», porque lo que acabo de describir es imposible para mí; me estremece pensar en este llamado. Me encantaría poder mirar hacia atrás, a la semana pasada y decir: «en todas mis situaciones, lugares y relaciones, viví este llamado», pero no puedo decirlo. De hecho, hubo muchos momentos de la semana pasada en los que ni siquiera me importaba intentarlo.
Mientras permanezca el pecado, este llamado a amar es un llamado imposible. No obstante, no estás solo: «Al oír esto, los discípulos estaban llenos de asombro, y decían: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”. Jesús, mirándolos, les dijo: “Para los hombres eso es imposible, pero para Dios todo es posible”» (Mt 19:25-26).
ORA INTENCIONALMENTE
Padre, Tú me diste amor, un amor eterno que nunca podría merecer o alcanzar, y me lo diste gratuitamente. Ahora, como tu hijo, he sido llamado a practicar la justicia de una manera que ame a otros como Tú me has amado a mí. Pero, Señor, todos los días fallo en amar a otros. Mi amor al yo y mi amor a los ídolos interfiere con el estilo de vida al cual me has llamado. Hoy admito una vez más mi fracaso en amar y confieso mi profunda necesidad de tu ayuda. ¿Me darías el poder para amar a otros de nuevas maneras hoy? Amén.
APLICA PRÁCTICAMENTE
- ¿A quién has sido llamado a amar en las situaciones y lugares de tu vida diaria? Piensa en dos o tres personas específicas.
- ¿Qué ídolos provocan que luches con amar a estas personas de la manera en que Dios te ha llamado a amarlas? Identifica al menos un principal ídolo.