21 de mayo 2021.
El fruto del Espíritu.
Lectura bíblica: Gálatas 5.16-26
“En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas” (Gálatas 5.22-23)
Durante esta semana estamos buscando aprender sobre los pecados llamados “cardinales”, ya que son raíz y causa de muchos otros pecados, como la enseñanza de Jesús en Mateo 12.45 nos dice del espíritu malvado, estos pecados “va y trae a otros siete espíritus más malvados que él, y entran a vivir allí.”. Desde el cristianismo histórico fueron considerados como pecados “capitales”, ya que estos puede que sean los más sutiles y a la vez devastadores que se infiltran en todas las áreas de nuestra vida y comunidades, echando a perder lo que se ha tardado años en edificar. Los tratamos y reflexionamos sobre ellos, no porque nos guste regodearnos, sino porque si no somos conscientes de su poder de infección, van creciendo en nuestras vidas, apoyados sobre los dones que se nos dan y sobre nuestras mejores motivaciones, y poco a poco van ahogando nuestra existencia y apagando nuestra luz. Conocerlos nos ayudará a examinar nuestra propia vulnerabilidad y tendencia hacia ellos. La meta final es comenzar a desarrollar barreras y soluciones para enfrentar aquellas áreas donde somos más débiles y podemos caer o estamos siendo zarandeados por el enemigo.
Para poder seguir caminando en este sendero hacia el crecimiento espiritual, además de conocer las amenazas, debemos tomar decisiones que impidan que estos pecados enraícen en nuestras vidas, y muy importante, guiados por la presencia del Espíritu Santo, comenzar a caminar en sentido contrario de donde estos pecados nos quieren llevar, introduciendo en nuestras vidas hábitos, rasgos en nuestro carácter, compromisos reales, que nos hagan ser un contrapunto real al obrar del diablo por medio de estos pecados. O sea, ¡¡no nos podemos conformar con no ser, sino llegar a ser lo contrario, somos llamados a ser luz!!
Todos los pecados que estamos tratando esta semana, son expresiones de nuestro egocentrismo y de nuestra necesidad de seguir aprendiendo a amar como Dios ama. Por esto, el mejor instrumento y la mejor medicina para nuestra alma enferma son las disciplinas espirituales que estamos tratando en estos meses, ya que son el medio por el que los pecados que se esconden en los recovecos de nuestra alma salen a la luz, al mismo tiempo que posibilitan la gracia de Dios para cambiar.
Por esto te animamos a que realices un esfuerzo de autoevaluación. Cada uno de nosotros tenemos que pensar en esos pecados que nos acechan, y a veces nos atrapan, para intentar localizar donde están nuestras debilidades y fortalezas, en qué áreas la tentación y vulnerabilidad es más fuerte. ¿Dónde nos vemos en riesgo de caer? Pero a la vez, tenemos que evaluar como estamos poniendo en marcha las disciplinas espirituales en nuestra vida. ¿Cuáles son más débiles en nuestra vida y necesitamos ejercitar? ¿Cómo están influyendo en mi vida y están siendo una herramienta para luchar en contra de los pecados y los hábitos dañinos en mi vida?
Como hemos dicho, esta semana estamos tratando de dar de tres pasos: primero, analizar los pecados cardinales, en segundo lugar, buscar que estos no enraícen en nuestra vida y, en tercer lugar, vivir como hijos de luz, dejando que el fruto de la presencia del Espíritu Santo sea una realidad en nuestra vida. Llenar nuestra vida del Espíritu hace que no haya lugar para las obras de la carne, y nos hace ser instrumentos en manos de Dios que mitigan la oscuridad del enemigo y el poder destructivo de los pecados. Cuando nos comprometemos a ser transformados por el poder del Espíritu y no conformarnos al molde de este siglo, el Señor gana más y más control de nuestro interior y transforma nuestro comportamiento exterior. De esta manera cada día los frutos del Espíritu se manifestarán y florecerán en nuestra vida y relaciones.
Gálatas 5:22-23 es uno de los pasajes que nos explica el resultado de una vida enraizada en la obra del Espíritu y opuesta a las obras de la carne. A medida que estamos siendo conformados a la imagen de Cristo, estas cualidades marcarán cada vez más nuestra vida. Te animamos a meditar en el fruto del Espíritu: Amor, Gozo, Paz, Paciencia, Benignidad, Bondad, Fe, Mansedumbre y Templanza), pidiendo al Señor que produzca el fruto en nuestras vidas, teniendo en cuenta las zonas de peligro que hayamos podido descubrir al reflexionar en los pecados cardinales.
¡¡Ánimo!! El Señor nos fortalece.