VENCIENDO GIGANTES.

19 de mayo 2021.

Avaricia.

Lectura bíblica: Lucas 12:13-21

“Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores”

1ª Timoteo 6.10

En esta semana estamos buscando soluciones radicales para pecados radicales. Ayer nos centramos en el orgullo, hoy hablaremos de la avaricia. Podemos definirla como el deseo desordenado e insaciable anhelo de poseer. Es un pecado relacionado con un amor inapropiado por las posesiones, una relación distorsionada con las posesiones, sean estas las que sean.

La avaricia no tiene límite, produce en nosotros la necesidad de tener más y más, sin que nunca quedemos saciados, ni nos demos nunca por satisfechos. Crea en nuestra vida una ansiedad constante y permanente por tener más y más, sin que seamos capaces de controlar ese deseo. Lo terrible es que nos aparta de la adoración a Dios por la adoración a dinero, haciendo de este un dios exigente y consumidor, que nos va devorando poco a poco, pero sin piedad.

De la misma manera que la búsqueda de una relación real con el Dios vivo nos inspira a vivir de manera increíble, mucho más allá de nuestras límites y desarrollando todo nuestro potencial, llevándonos a vivir de manera desinteresada, sacrificada y buscando el bien y la bendición de los demás, la avaricia puede mover al ser humano mucho más allá de lo que hubiese pensado. La necesidad de saciar el hambre de nuestro dios “mamón” (dinero), hace que los seres humanos seamos capaces de saltar todos los límites e ir mucho más allá de lo que pudiéramos haber imaginado. Engaño, odio, rencor, fraude, violencia, traición, mentira, desprecio, provienen del amor al dinero. El Apóstol Pablo nos dijo que “el amor al dinero es la raíz de toda clase de males” (1ª Timoteo 6:10). Este amor al dinero se puede manifestar de varias formas (codicia, envidia, acumulación desmesurada…), pero todas ellas igual de dañinas.

La avaricia habla claro y alto de nuestra falta de seguridad y de confianza en la provisión y el cuidado de Dios para nuestra vida, ya que lo que buscamos con la acumulación es generarnos una seguridad y un estatus que nos den paz y tranquilidad. Pero esta sensación es totalmente falsa, ya que nos apoyamos sobre cosas que no tienen poder, ni tampoco autoridad para asegurarnos aquello que buscamos y necesitamos.

En el texto bíblico que te invitamos a leer hoy en el Evangelio de Lucas 12.13-21, encontramos la enseñanza de Jesús sobre la necedad y el peligro de este pecado. En esta parábola el Señor nos nuestra como la avaricia nos desvía de lo verdaderamente importante, llevándonos a que pongamos nuestra confianza en aquello que solo es una ilusión, un espejismo, que en cualquier momento se puede desvanecer. Entre otras cosas, podemos ver que provoca una distorsión en el entendimiento de nuestra identidad y de nuestro valor, ya que traslada la valía del ser humano de su valor intrínseco e inalienable por ser criatura de Dios, y lo pone en nuestras posesiones, nuestro dinero, en lo que tenemos “tanto tienes, tanto vales”.

Por otra parte, en esta parábola podemos ver que la avaricia nos limita en la capacidad de tener una imaginación grande y una visión mayor para aquello que Dios pone en nuestra mano. Aquel hombre tuvo una abundante cosecha, pero la avaricia le llevó a limitares a construir unos graneros más grandes, sin pensar en todo lo que podía hacer con aquella grandísima bendición que había recibido e ir mucho más allá.

Así mismo, en esta parábola podemos ver que el granjero avaro, finalmente desperdició lo que era verdaderamente importante. Su visión de las riquezas le llevó a perder el enfoque en la eternidad y se limitó a ver el día que tenía por delante. Él se cegó en invertir en las cosas temporales, de las cuales no podemos tener seguridad alguna, y olvidó que sólo lo que almacenamos en el cielo es realmente inquebrantable y seguro “No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.” (Mateo 6.19-21)

REFLEXIONEMOS: ¿Dónde estamos poniendo nuestra seguridad? ¿En qué o quién estamos confiando como nuestro sostén y nuestro proveedor? ¿Dónde está mi corazón? ¿Y mi amor? ¿Dónde estoy haciendo mis tesoros? ¿Qué define mi identidad y mi valor: el dinero o mi posición en Cristo Jesús? ¿Qué hago con mi dinero, con mis posesiones, con mi tiempo…?