25 de Marzo 2021.
Siervo de todos.
Lectura bíblica: Filipenses 2.1-11
”Se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo” (Filipenses 2.7)
El estatus y la ambición no son un don del Espíritu Santo. La autoridad, el rango y el honor son, como mucho, categorías ambiguas en la Palabra. Pero, aun así, muchos de nosotros los creyentes continuamos siendo ambiciosos, buscamos estatus y lugares prominentes. C.S. Lewis definió el infierno como “donde todos están perpetuamente interesados sobre su propia dignidad y avance, donde cada uno tiene motivos de queja, y donde todos llevan adelante en su vida las graves pasiones mortíferas de la envidia, la autoimportancia y el resentimiento” (Cartas del diablo a su sobrino)
Plutarco (historiador griego del I siglo) dijo: el “amor a la fama, el deseo de ser los primeros y los más grandes… es una enfermedad muy prolífera de envidia, celos y discordia.” Esto es algo que, como un virus (y ahora estamos hechos unos expertos en ellos), nos infecta de manera silenciosa y callada y necesitamos luchar con ello, porque si no nos invade y cuando queremos darnos cuenta estamos al borde del colapso y de la muerte. Alguien dijo que “el mejor de los desinfectantes es el sol”, y para eso necesitamos sacar las cosas a la luz. Por esto necesitamos poner estos temas a la luz de la Palabra y nuestro sol, que es Jesús, traerá desinfección a este virus.
Todas las iglesias, grandes o pequeñas que podemos encontrar en el Nuevo Testamento, eran una mezcla difícil de manejar (amos y esclavos, judíos y gentiles, mujeres y hombres, ricos y pobres, educados y analfabetos, personas de clase alta o baja…), y sin duda estas diferencias les llevaban a una tendencia a jerarquizarse, a la separación y a la división en facciones, pero vemos que aquella primera iglesia se mantenía unida “estaban todos unánimes juntos” (Hechos 2.1) “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas… Y perseverando unánimes cada día…” (Hechos 2.44,46) ¿Dónde encontraron la dirección para estar “unánimes juntos”? Pues como no podía ser de otra manera en la Palabra de Dios, en los valores que de ella dimanan y que Jesús encarnó en su vida en esta tierra.
Evidentemente en la Iglesia Primitiva no todo fue un cuento de color de rosa, hubo tensiones y problemas, y los hubo con el tema del estatus, de la ambición, del rango y de la posición… “Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda…” (Filipenses 1.15) Este texto nos habla que había problemas y ante esta realidad el Apóstol Pablo escribe ese precioso texto cristológico, que nosotros hemos usado principalmente en su faceta doctrinal y teológica, pero que fue escrita principalmente como respuesta a la realidad que se estaba viviendo en la iglesia de Filipo. Este texto es primeramente eclesiológico, que nos guía y ayuda a la Iglesia:
“No hagáis nada por rivalidad ni por vanagloria, sino estimad humildemente a los demás como superiores a vosotros mismos; no considerando cada cual solamente los intereses propios, sino considerando cada uno también los intereses de los demás.
Haya en vosotros esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús: Existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!” (Filipenses 2.3-8)
En Hebreos 11 nos habla de que Dios celebra a “los héroes”. Pero también vemos que esto es muy peligroso. En la Iglesia ha traído muchos problemas y dolor. En aquella primera iglesia pronto los que eran honrados, adoptaban ropaje de dignos cristianos y estos se convertían en dignatarios cristianos para al final convertirse en cristianos aristócratas, que finalmente eran más aristócratas que cristianos.
Por esto en nuestra Comunitat estamos intentando equiparnos y animarnos a amarnos y a servirnos, por encima de nuestras diferencias y situaciones personales, que nos lleven a vivir una fraternidad y un amor que solo el Espíritu Santo puede crear en nosotros y de esta manera tengamos “un mismo parecer, un mismo amor, unidos en alma y pensamiento” (Filipenses 2.2) y que de esta forma “todos sean una cosa, así como tú, oh Padre, en mí y yo en ti, que también ellos lo sean en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.” (Juan 17.21).
Si nosotros queremos luchar contra este virus del estatus y la ambición, necesitamos establecer nuestro estatus quo en comparación con el ejemplo de Cristo Jesús “Haya en vosotros esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús”. El carácter que Cristo Jesús nos mostró fue el de siervo, no el de jefe o mandamás, sino que nos enseñó que si queríamos ser los primeros deberíamos servir a todos. Jesús nos mostró el camino: “Ser siervos de todos”.
Jorge Manuel Pérez Zúñiga