24 de Febrero 2021
Venga tu Reino – Una oración olvidada.
Estamos siguiendo en este devocional el Padre Nuestro y debemos hacer de esta oración un hábito y un anhelo para aprender a orar como los discípulos de Jesús. La frase de hoy en la oración modelo es “venga –busquemos- el reino de Dios”.
Es humillante a la vez que fascinante que Dios haga avanzar la agenda de su Reino por medio de la oración de su pueblo. ¡Lanza un reto! Esta es una oración olvidada.
¿Qué es el Reino de Dios? En los evangelios es un tema importantísimo y se repite más de 130 veces como centro del mensaje de Jesús y Romanos 14:17 añade: “es justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo”. El evangelista Marcos escribe “el Reino de los cielos se he acercado”. ¿Por qué? porque Dios se ha acercado en Jesucristo. Para comprender el concepto deberíamos decir EL REINADO DE DIOS, porque en realidad es soberano en el concepto antiguo de rey. El reino no es la iglesia, ni ninguna institución humana, ni organización religiosa. La iglesia es iglesia en tanto en cuanto vive el reino y proclama su mensaje. No es un lugar. Lucas 17: 20-21 dice “porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros.” Es la inmersión del mismo Dios. ¿Cómo vivo el reino en mi vida? Pero ¿qué significa orar para que venga su reino? Aquí hay tres aspectos en este clamor para que el reino venga.
Grito de lealtad y convicción. Los teólogos debaten entre los detalles y uno de ellos es: el reino de Dios ¿es interno o externo?, ¿está dentro de nosotros o se ve en el mundo?, ¿es algo individual o comunitario?, ¿es presente o futuro? La respuesta es SI a todo. El cristianismo no se puede entender sin estas paradojas.
Cuando oramos, «Venga tu reino«, hay un sentido real de anhelo y lealtad. Estamos anticipando el reino venidero, de acuerdo con la agenda de Dios, pero deseamos que comience ahora en mí. Y a través de nuestra oración el Espíritu Santo levanta nuestra mirada para incorporar sus valores cada día. Es también una convicción, porque no podemos gritar «venga tu reino» mientras promovemos nuestro reino. El pecado es una expresión de deslealtad hacia el Rey. Es comercio de coronas. Saluda la bandera del yo sobre la bandera de Cristo. El grito de lealtad al enemigo es también un grito de arrepentimiento con cambio. La Biblia dice que será un reino donde hay justicia y paz y que el lobo convivirá con el cordero y el león con el cordero. Es decir que los que son enemigos naturales convivirán en armonía. Las espadas serán arados, la violencia se acabará, no serán necesarias las armas porque estará instaurado el reino perfecto en todo el mundo. Hoy podemos comenzar a experimentar el reino, si lo anhelamos, si lo pedimos al Señor y se culminará cuando estemos en la gloria celestial. Hasta que Cristo venga a reinar por siempre por la eternidad como escribió Handel en el Mesías “por siempre y siempre”. Entonces oro: Señor, quiero ser desleal al mundo. Inclina mi corazón a amarte para que pueda clamar y no olvidar “Venga tu reino a mi vida” ¡ya!
Grito de traición e insatisfacción. La palabra traición es muy común en estos días. Estrictamente hablando, el termino significa violar la ley intentado derrocar al gobierno o sea un golpe de estado. Cuando hablo que esta oración es un grito de traición, me refiero a que Jesús está enseñando a orar por el derrocamiento del reino de este mundo, el golpe de estado de su líder y el establecimiento de un nuevo gobernante. Este es un grito de insatisfacción de lo que vivo. Me refiero al gobierno espiritual, dirigido por el Sata. Él es el príncipe espiritual de este mundo. El dios de este mundo (2 Cor. 4: 4). Su reino es oscuridad (Col. 1:13). Plantó su bandera en la tierra en Génesis 3. Él ha establecido dominio al asaltar el castillo de nuestras mentes y corazones (Efesios 2: 1-3; 2 Corintios 4: 1-4).
Cuando oramos para que venga el reino de Dios, estamos suplicando sea derrocado el reino mundano. Cuando un tirano es desplazado, queremos que sus estatuas sean desfiguradas o derribadas. ¡Queremos que todas las intrigas demoníacas, asaltos tácticos, seducción mortal, mentiras susurrantes y sistemas destructivos sean aniquilados! Sabemos que es cuestión de tiempo, porque en la cruz el reino de Dios irrumpió en el mundo con un golpe aplastante a la serpiente. “Desarmó a los gobernantes, triunfando sobre ellos en la cruz” (Col. 2:15). “No ames al mundo ni a las cosas del mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo – los deseos de la carne y los deseos de los ojos y el orgullo por las posesiones – no son del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa junto con sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2: 15-17). Entonces oro: Señor, renuncio al dios de este mundo. Renuncio a sus leyes y reglas de juego. ¡No saludaré su bandera ni me arrodillaré ante sus ídolos! Soy leal a tu buen y justo gobierno. ¡Venga tu reino a mi vida cada día con perdón y misericordia!
Grito de conquista, de misión. Mientras esperamos la plena realización del reino inaugurado, clamamos para que conquiste almas. Desde el Edén, hemos vuelto nuestro corazón de Dios hacia nosotros mismos y nuestros placeres. Es una ignorancia espiritual y oscura. Thomas Watson escribió: “La ignorancia es un velo negro que cubre la mente Los hombres por naturaleza tienen un alcance profundo para las cosas del mundo y, sin embargo, ignoran las cosas de Dios.” La ignorancia corre las cortinas alrededor del alma para que estemos ciegos y en la oscuridad. Pero, cuando Dios despierta a una persona para que contemple la gloria de Cristo, conquista su corazón rebelde y lo hace suyo.
Aquellos que antes no le daban honor a Cristo, sino que juraban lealtad a otro (Juan 19: 14-15) son llevados al reino de Dios (Colosenses 1: 13-14). Cuando oramos para que venga el reino de Dios, estamos orando para que conquiste almas, transforme vidas y lo haga por medio de mi obediencia a la misión que me ha encomendado. ¡Que brille el reino de la gracia en los corazones de hombres, mujeres y niños para que vean y saboreen el reino porque habré cumplido la misión! Entonces oro: ¡Señor, veo mi vida! ¡Inclina mi corazón a amarte para que pueda anhelar que tu reino venga a este mundo! Úsame para que los valores del reino vivan en mí y los de a conocer a otros.”
Como dice Narnia “Derrite el hielo del invierno y da paso a los brotes de gracia y al amanecer del reino de gloria”. Haz de esta oración olvidada una prioridad diaria.
Jorge J. Pastor-Mut